EL RINCÓN
Memoria
Hacía frío en Madrid. Los Guerrilleros de Cristo Rey y otras organizaciones de extrema derecha atemorizaban a los demócratas en la Complutense. Los tiros del despacho de Atocha se oyeron en la conciencia de muchos militantes progresistas: fueron el aldabonazo para acudir a la plaza de las Salesas a la capilla ardiente y a la conducción de los cadáveres. Más de cien mil personas asistieron a aquella manifestación. Nunca he asistido a nada más impresionante. El silencio te cortaba como un cuchillo. Muchos militantes comunistas levantaron el puño al paso de los cinco féretros. El PCE estaba ilegalizado pero sus dirigentes se echaron en la calle. Eramos muchos demócratas de otros partidos acompañando los cuerpos de los asesinados.
Ha pasado mucho tiempo pero no tanto para olvidar la inteligencia, firmeza y decisión de la izquierda democrática en la conducción de la transición política. Firmeza, generosidad y audacia.
Ahora está de moda desprestigiar la transición; lo hacen quienes no la conocen. Una moda muy ZP. Márketing sin ideas. Renuncian a seguir la estela de los cinco abogados laboralistas de Atocha y en vez de buscar una causa para el progreso y el futuro inician cruzadas antifranquistas retroactivas con una gallardía que no se pude utilizar frente a un franquismo que no existe. Heroísmo de redes sociales, de conversaciones de Internet y de manifestaciones fuera del contexto de la época en donde te jugabas la vida por manifestarte. Héroes artificiales como coartadas para causas imposibles.
Desprestigiar la transición es una forma de traición a quienes murieron por ella. Quienes carecen de causas y se refugian en la nostalgia de un antifranquismo retroactivo debieran tener el coraje de mojarse contra los poderes financieros y de la derecha dura que están activos. Ahí es donde se puede ser héroe en el siglo XXI.
Pero es más cómodo querer juzgar al franquismo cuando los franquistas están muertos. Todo marketing de ensoñaciones que no son posibles e incapaz de dibujar proyectos para mundos más solidarios.
Héroes de papel de prensa ensalzados por quienes no tienen el coraje de arremeter contra los poderosos que sí están vivos.