Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Vivimos una secuencia tan vertiginosa y pasmosa de acontecimientos que, la verdad, uno no gana para sustos. A la vista de los últimos resultados electorales, parece evidente el convencimiento general entre los votantes de que con Rajoy el pandero está en buenas manos. Pero las cifras no dicen lo mismo, lo que demuestra una vez más que siempre es inteligente creernos pocas cosas de las que nos dicen. Ahí tienen por ejemplo al ministro Wert, que entró al Congreso por la puerta grande, y nunca mejor dicho, para anunciar que va a soltar una pila de dinero con la intención de poner en valor el noble arte del toreo como «bien cultural». Un punto de vista tan aceptable como cualquier otro, centrado en este caso en la insana defensa de las tradiciones y las eternas esencias patrias.

Con la que está cayendo ahora mismo, cuando algunos se atreven a pronosticar un horizonte con seis millones de parados, parece un sinsentido financiar la barbarie taurina con los impuestos comunes. La tesis del ministro viene a decir que no importa el número de médicos en la sanidad pública, siempre que uno pueda acudir, puro en mano, a ver torturar un animal hasta la muerte. El objetivo de Wert es procurar la felicidad lúdica de los españoles, algo que suena más rancio y obsoleto que los pantalones bombacho. Y más cuando un emblema de la mujer moderna y glamourosa, como es Penélope Cruz, protagoniza desde las marquesinas de Nueva York la campaña de Peta contra el uso de pieles en el mundo de la moda. Y a todo esto ha aparecido Pipo, el perrito Yorkshire de mis amigos Maite y Alejo. Una joyita diminuta, de apenas un kilo de peso, que se ha ganado el corazón de todo el mundo a base de melosas triquiñuelas y otras pamplinas. ¿Qué quieren que les diga? Yo prefiero un millón de veces a Pipo que al casposo ministro Wert. Ya lo dice el refrán: los perros no molestan hasta que ladran y los políticos hasta que hablan.

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