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León

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Dos noticias conocidas al cierre de la semana siembran un poco de esperanza sobre el futuro del campo leonés. De un lado, en el contexto de la Feria de Regional de Artesanías Rurales, se aireaba que un 30% de los 6.500 agricultores y ganaderos que quedan en la provincia, sobre un total de 8.000 altas en la Seguridad Social agraria, son mujeres. Con la provincia a la cabeza de la Castilla y León también en ese sentido, se pronosticaba también que en el horizonte de diez años esa cifra se incrementará hasta el 50%, de manera que en el futuro todas las mujeres del medio rural puedan tener una cobertura social y una pensión garantizada.

Por otro lado, y al hilo de las cifras que arroja el cierre de la campaña remolachera —743.000 toneladas en la provincia sobre algo más de 2.255.000 en toda la Comunidad, con índices de riqueza récord e inigualables en el resto de Europa—, Castilla y León daba un paso más para alcanzar niveles de rentabilidad que le permitan competir con otros productores europeos. Es una cuestión de rentabilidad que tiene que ver no sólo con el volumen de producción —105 toneladas por hectárea, frente a las 70 del año 2000— sino con los costes: producir una hectárea de remolacha cuesta aquí 1.200 euros más que hacerlo en Francia, con lo que los beneficios para nuestros remolacheros se reducen considerablemente.

Alcanzar las 120 toneladas de remolacha por hectárea es el reto. Si lo consigue el sector podrá luchar con ventaja en un mercado liberalizado, que es lo que marcará la reforma de la PAC, y garantizará el futuro del cultivo, esencial para la provincia. Pero eso sólo será posible desde la mejora y la tecnificación a través de la formación, el avance en los estudios técnicos que se lleva a cabo desde el Plan 2014 y el asesoramiento personalizado a cada cultivador. La investigación y la transferencia de conocimientos a los agricultores será la mejor garantía de futuro.