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León

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En el artículo publicado en esta Tribuna de Opinión el día 30 de enero decía yo que los socialistas vascos y catalanes no se sienten españoles, se sienten nacionalistas con ideología separatista. En estos últimos días un alto ejecutivo socialista vasco y otro nacionalista catalán me han dado la razón. El vasco pidió abiertamente una Constitución Vasca, es decir, el derecho a la autodeterminación, algo que conozco desde el año 1976 al menos. Por otra parte, el nacionalista catalán visitó recientemente al presidente del Gobierno de España y le ha dicho en plan descaradamente chulesco y amenazador que España no puede pisar las líneas rojas. Las líneas rojas son las señas de identidad catalana y el derecho a la autodeterminación de Cataluña.

Durante muchas décadas, todos los gobiernos de España, incluídos los del general Franco, invirtieron la mayor parte de los ahorros de los españoles en desarrollar a las regiones vasca y catalana, blindando sus productos con fuertes trabas a la importación y así, ambas regiones se convirtieron en las más ricas y prósperas de España.

En los últimos años se ha asentado en medio mundo una grave crisis económica y muy especialmente en España por la mala gestión de los gobernantes, tanto nacionales como autonómicos, que ha provocado más de cinco millones de parados.

Hasta ahora los ingresos que tenían los catalanes, y los demás también, les llegaba y bien para cubrir sus numerosos despilfarros. Eran tiempos de vacas gordas. Ahora, al disminuir los ingresos, necesitan aumentarlos para poder seguir despilfarrando los dineros a capricho como hasta ahora y ¿qué piden? Pues nada más y nada menos que España ingrese menos y Cataluña más, es decir, tener su propia Hacienda Pública independiente de España. Para entenderlo mejor, un ejemplo. Hoy, una empresa catalana como Gas Natural o la Seat vende sus productos en toda España y el dinero que recauda de impuestos los ingresa en la Hacienda Pública española. Lo que pretenden ahora es que esos impuestos los recaude la Hacienda Catalana. Esto significa, ni más ni menos, que convertir a España en una colonia de Cataluña.

A veces hablan de independencia, pero esto es solamente un chantaje. A Cataluña y a las Vascongadas no les interesa para nada la independencia, lo que desean es convertir a España en su colonia, que en parte ya lo es actualmente, pero ahora lo exigen con documentos. Ellos saben que si fueran independientes irían a la ruina, estarían muertos, pues tendrían que empezar a buscar clientes para venderles sus producciones industriales, teniendo que competir con el resto del mundo, cosa nada fácil en estos momentos. Vascos y catalanes no son tontos y saben las dificultades que iban a encontrar en su camino. Temen perder su mercado natural, España, y no poder seguir viviendo como hasta ahora. Naturalmente las ventas de sus productos fuera de sus fronteras pagarían los impuestos en los países donde se vendan.

Si el Gobierno de España concediera el derecho de autodeterminación a vascos y catalanes, España sería un país muerto aún más de lo que está, ya que la recaudación de la Hacienda Pública disminuiría muchísimo. Por otra parte, catalanes y vascos serían aún más ricos gracias a España. En cambio, si ambas regiones lograran la independencia, todos saldríamos perdiendo. Vascos y catalanes irían a la ruina y España quedaría muy afectada, pero con muchas posibilidades de una pronta recuperación tanto económica como social.

Lo que no han conseguido vascos y catalanes con sus luchas, a veces sangrientas, lo ha conseguido Valladolid sin meter ruido. Pucela ha conseguido su propia autodeterminación y ha convertido a Castilla y León en su colonia. Recaudan los impuestos de las nueve provincias y gastan más del 50% sólo en Valladolid y el resto en las otras ocho. Es la única provincia de las nueve que ha progresado. Pero han llegado las vacas flacas, se recauda menos y la crisis provoca el aumento de las necesidades. Las cuentas no cuadran, Valladolid «quiere» seguir creciendo y necesita mucho dinero.

La gestión administrativa autonómica ha logrado dejar a la provincia castellana de Soria con menos de 100.000 habitantes, vamos, como una barriada de la capital pucelana. Por otra parte, Valladolid ha dejado en el más completo abandono a las tres provincias leonesas Hace unos días este DIARIO DE LEÓN daba la noticia de que la hacienda autonómica está abandonando el Parque Tecnológico de León y asegurado el de Boecillo. Si los ingresos han disminuido hay que reducir los gastos ¿dónde?, pues en las colonias. La escasez de dinero de la Junta es tal que ya ni paga los bolígrafos que compra en pequeñas tiendas de la provincia de León para sus oficinas.

El mismo Diario publicaba el 14 de enero los siguientes datos: el año 2011 la provincia de León ha perdido 1.485 habitantes. El uno de enero de 2012 había en la provincia de León 471.539 españoles (unos 115.000 menos que hace 30 años) más 26.260 extranjeros. En León, el saldo vegetativo es negativo, mueren 3.010 al año, el doble de los que nacen, 1619. En el mismo 2011, la provincia de Valladolid ha aumentado en 1.234 habitantes, alcanzando la cifra de 534.874. A la vista de estos datos, se puede decir que, fuera de Valladolid, ni hay vida ni la habrá. Es evidente que la provincia de León ya huele a muerto. Ante este problema, pregunto ¿qué hacen los políticos leoneses? ¿no se dan cuenta? ¿no saben que cientos de pueblos están a punto de desaparecer por despoblación y envejecimiento?

Democracia no es votar de vez en cuando y luego permitir que los partidos hagan lo que quieran con el voto. Democracia es obligar a los partidos a imponer los intereses mayoritarios de los ciudadanos a los intereses de los partidos. Para ser un político sólo hacen falta unos votos, para ser un buen político se tiene que amar a los votantes. Quiero recordar a los políticos leoneses aquella frase que dijo Víctor Hugo: «produce una inmensa tristeza ver que el pueblo habla mientras los políticos no escuchan». Qué bien se vivirá en León cuando tengamos políticos que amen esta bendita tierra.