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León

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Veremos si llega a arder en la hoguera García del Blanco, que ya tiene encargado el Ipad y el Iphone para acicalar su condición de senador in pectore. El último que quedó en pie de la última ejecutiva del PSOE leonés es ahora materia cómica para el sector crítico de su partido, que se ha lanzado a componer chistes del nuevo hombre patrio que ha dado León, mientras hacen apuestas sobre si cargará el kilometraje hasta la Plaza de la Marina desde Cortiguera o desde la capital de la provincia.

No se vislumbra la paz en los ejércitos socialistas leoneses, revueltos y agitados como no se recordaba desde que Zapatero decidió ser algo en ese partido. Hay tanto fuego que resulta imposible ver el humo. Del Blanco al Senado no es más que gasolina sobre las mismas llamas que arden incombustibles camino de un congreso provincial agitado por la circunstancia de una organización descabezada y ajustada al libre albedrío que marcan los deseos de poder de los virreyes que fueron y volverán a ser. Y una consecuencia, creen esos críticos, del congreso que superó el partido y de la postura que ante esa renovación adoptó cada cual. Parece que Del Blanco acertó con López y con el séquito que logró reunir para mandar a Sevilla, y el puñado de votos que fueron más que un potosí en vista de las apreturas finales de la votación.

El pago de la estrategia ha sido inmediato. Y el cheque lleva un sobrecargo envenenado para los que no están de acuerdo, que resultan ser aproximadamente dos tercios de lo que es el universo socialista leonés. Por si no tenían motivos suficientes para estar enfadados y divididos de cara a rearmar antes del verano la estructura orgánica del partido; por si había alguna tentación de acercar posturas en el atomizado Partido Socialista leonés que de otra forma podía hacer saltar por los aires al candidato del oficialismo a la secretaría autonómica. Por si alguien se creía que el cuadro de mando iba a estar dispuesto a olvidar aquellos lentos que bailaron los críticos con Chacón. El vuelo de Del Blanco es una lección política tan honda como la que se puede extraer del proceso de elección de sustituto en la Diputación. Al final se cumple el vaticinio de un viejo observador socialista en mayo, que ante la creencia de que iban a ganar en el Palacio de los Guzmanes espetó: «Seremos leal oposición. Y si no está Llorente, sólo leal».

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