LA ESPUMADE LOS DÍAS
Mujer y una casida de Lorca
Aparece de vez en cuando por el Café del Mediodía, trabaja en una tienda de ropa del centro de la ciudad, y en una especie de ‘diario’ dice que va registrando desde los diecinueve años pedazos interesantes de su vida y poemas que le encogen el alma. En la tarde de anteayer me atreví a preguntarle cómo iba a celebrar hoy el Día Internacional de la Mujer. «Trabajando. No está una para celebraciones. ¿Y por qué el ocho de marzo?». Bueno, en recuerdo de las ciento veintinueve obreras que en ese día de 1908 fueron quemadas en el incendio de una fábrica americana. Aunque parece que fueron la Primera Guerra Mundial y la Revolución Bolchevique las que impusieron esa fecha, cuando cientos de obreras y mujeres de soldados se manifestaron por las calles de San Petersburgo pidiendo pan para sus hijos y el regreso de sus maridos de las trincheras. «¿Comunistas?» Entra entonces por la ventana una flor, exhalación blanca y glacial como un diablillo ruso de invierno.
Come y duerme todavía en la casa de sus padres, y con cierta sorna me revela que no debería quejarse de nada, y que sus experiencias con los hombres en general van siendo satisfactorias. Le pregunto por el trabajo y me dispara: «¡Estoy hasta los cojones de vender pantalones y camisas!» No, no es que se sienta explotada, pero hay cosas que... Y me informa entonces de la leyenda sexista que ha aparecido en la etiqueta de unos pantalones chinos: «O dáselos a tu mujer, es su trabajo». Bromeamos finalmente sobre esa leyenda, aunque ella los considera unos ‘hijos de puta’. Y para templar un poco su ánimo le invito a otro café y le suelto los primeros versos de la canción de Sabina: «Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia,/ hay mujeres que nunca reciben postales de amor,/ hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados,/ hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no...» Consigo al fin sacarle una sonrisa de su soberbio orden radical. ¿Pero qué poemas registra ella en su diario, qué clase de poemas son capaces de encogerle el alma?
El último poema que ha escrito en su diario, me dice, es una ‘casida’ de Lorca. En una revista de moda se la encontró el mes pasado. ¿Una casida de Lorca en una revista de moda? Y me recita la última estrofa: «Tu vientre es una lucha de raíces,/ tus labios son un alba sin contorno;/ bajo las rosas tibias de la cama,/ los muertos gimen esperando turno.» Y entonces me pierdo yo durante unos momentos por otros caminos... Y al fin voy a parar a Lilith: Lilith se llamaba la primera mujer bíblica rebelde y libre, le digo. Pero ella está ya como subiéndose a un tren. Y la flor que había entrado por la ventana se ha quedado como muerta en el techo del Café.