FRONTERIZOS
Memorias de las palabras
Se ha llenado estos días Ciudad del Puente de palabras. Ha sido una invasión de palabras que ha puesto en la ciudad una ilusión de esa lluvia que no acaba de llegar, una esperanza de esos brotes verdes que ya nadie esperaba, unas gotas de certidumbre en las cartografías de la catástrofe. Tantas han caído que Ángela Losada se quedó sin ellas al recoger el galardón a la Mujer del Año de la Asociación de Mujeres Progresistas. Tal vez Ángela se quedó sin palabras cuando, con 18 años, la condenaron a doce años y un día «por auxilio a la rebelión» después de perder a sus padres en la locura asesina de la guerra civil. Ángela no tiene palabras, aunque tiene memoria.
Pero por la ciudad han aparecido dos personajes de una novela negra posmoderna, armados de un cuaderno donde llevan años apuntando un sustantivo perdido, una referencia documental polvorienta, una referencia que había pasado inadvertida. Detectives desarmados que a la pregunta sobre sus lecturas contestan como Hamlet a Polonio: «palabras, palabras, palabras». Ambos comparten aire de sabio despistado, ambos son capaces de convertir una charla de café en conferencia erudita y ambos han dedicado buena parte de su vida a compaginar docencia e investigación.
Jesús García acaba de presentar su Glosario temático, crítico y etimológico de las hablas de El Bierzo , temible título bajo el que se esconde un libro melancólico sobre la memoria de esta República de Almendros de los valles del Sil, tan llena de meandros en sus lenguajes. «O home das palabras», llamaban en los pueblos a Jesús cuando interrogaba a los viejos vecinos buscando aquellos términos que han perdido uso y sentido práctico pero mantienen una sonoridad que huele a humo, a huerta y a un tiempo remoto que acabó bruscamente antes de ayer. Palabras como «esgarriáu» o «esmangalláu» que, aunque ignoremos su significado preciso, tienen música de canción rota tan propio de estos tiempos, necesitados de un «garabito» que ayude a su recomposición.
A Vicente Fernández todo el mundo lo conoce como «Tito», un diminutivo que viene a refrendar su bonhomía y ese puntito socarrón de los que se han bañado en el Cúa. Es uno de los más conspicuos integrantes de la generación de investigadores que desde los ochenta ha venido trabajado con tesón por la divulgación del conocimiento histórico del Bierzo. Autor de alrededor de un centenar de trabajos sobre la historia y el arte del Bierzo, ahora publica Ponferrada Artística y Monumental , un libro también monumental, con vocación de totalidad, que sitúa en su contexto histórico, económico y social la memoria patrimonial de la ciudad.
Jesús y Tito han hecho de las palabras su oficio. Y también, como Ángela, contribuyen a mantener nuestra memoria.