CON VIENTO FRESCO
Ríos secos
Río seco es un oxímoron porque los ríos, estudiamos en Geografía, son cursos de agua constantes, a diferencia de los arroyos. La pertinaz sequía, expresión que recuerda los años de la postguerra como causa o excusa de todos los males, va camino de convertir dichos cursos permanentes en cauces secos, en ramblas como si estuviéramos en la zona mediterránea. Para solucionar esto, a diferencia del levante o el sur, en nuestra provincia no podemos pensar en desaladoras, sólo rogar a la Virgen de Castrotierra o a la de la Encina (que se secan los pimientos, si los hubiera) que llueva, o abrir pozos artesianos profundos, si es posible. Los ríos del Bierzo son hilillos de agua y el pantano de Bárcena, que abastece a buena parte de la población de la comarca, está bajo mínimos, como ocurre con casi todos los de la provincia, que no llegan al 50%. Los agricultores de Tierra de Campos, sin embargo, esperan con inquietud que se adelante la época de riegos y salvar la cosecha de cereales.
La falta de agua aumenta el peligro de los ríos y de la fauna que aún sostienen. Se denuncian agresiones antrópicas, cosa que por desgracia ocurre con frecuencia, pero lo que convierte tales agresiones a los ríos en un drama o en un delito, y no solo en un peligro, es la sequía que, por el momento, no tiene visos de cambiar. Llevamos meses sin una sola gota de lluvia, algo así como 0,2 litros por metro cuadrado en los tres o cuatro últimos meses, y las montañas tampoco cuentan con la nieve que, con la primavera y el deshielo, debería servir de reserva para alimentar arroyos y acuíferos. Muchas de las agresiones a los ríos son vertidos de aguas residuales, puesto que todavía no hay suficientes estaciones depuradoras en León; pero estos vertidos, sin duda dañinos por el poco caudal, no son comparables con los que realizan algunas industrias y ciertas actividades extractivas, como cielos abiertos y empresas de pizarra, que transforman los ph de las aguas y matan la fauna.
Años como el presente deben recordarnos el frágil equilibrio que mantenemos con una naturaleza amenazada y en precario. La administración debe estar vigilante e imponer las sanciones a los que atenten contra los ríos, o negar los permisos a las obras que amenacen las aguas y la fauna, como recientemente hizo el ministerio de Medio Ambiente rechazando el proyecto de un salto en el río Cúa, en la comarca de Fornela, por su impacto ambiental, pese a que tal salto y central eléctrica proyectado por la empresa Isnor lo apoyaba el ayuntamiento de Peranzanes. El uso económico de los ríos puede, a veces, ser compatible con el medio ambiente, como lo fue en otras épocas, por ejemplo moviendo las ruedas de los molinos; pero cada vez más el interés de unos pocos choca con el beneficio social —la salud, el disfrute y descanso— de muchos.