Diario de León

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Contamos los días por casos de corrupción relacionados con el manejo prevaricador, malversador o «distraído» de caudales públicos. Todos los partidos tienen algún dirigente o «empresario amigo» camino de los juzgados o en trance de ser citado. Rara es la autonomía que se libra y pocos son los ayuntamientos en los que las componendas urbanísticas no hayan dado para algún capítulo del libro grande de la corrupción.

Para que nada falte, tenemos también a ex ministros visitando los tribunales (José Blanco) y a expresidentes de comunidades que están procesados (Jaume Matas) o lo han estado por asuntos de tráfico de influencias o malversación. Por tener, tenemos en los tribunales hasta a un yerno del Rey.

Todos son casos diferentes pero todos tienen un hilo en común: la codicia que lleva a saltarse leyes y normas éticas; codicia que se hincha por la sensación de impunidad que apareja el poder o su cercanía.

En fin, abandonemos toda esperanza de regeneración porque en última instancia, el Gobierno (el anterior, tramitándolo, y el actual, firmándolo), siempre podrá sorprendernos, como hemos conocido esta semana, con el indulto a un par de condenados por casos probados de prevaricación y malversación de caudales públicos (Servitge Roca y Lorenzo Acuña, «Generalitat de Catalunya»). ¡Que vergüenza! Y luego nos dirán eso tan alentador de que la ley es igual para todos.

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