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TRIBUNA | alberto fonzález llamas (*)

El derecho de los que dicen no a la huelga

Publicado por
(*) SECRETARIO GENERAL DE LA FEDERACIÓN DE INDUSTRIA DE CC.OO. DE LEÓN
León

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¿Tienen, además del derecho a no ir a la huelga, razones para convencer los que no están dispuestos a secundar el paro el 29M? Desde luego tienen todo el derecho a ir trabajar ese día. Deben tener la posibilidad de ir a sus trabajos libremente y ganarse el jornal. Y tienen derecho a no ir detrás de una pancarta, ni en medio de los que, a voz en grito, increparán a Gobierno y patronal y clamarán por la retirada de las medidas. Deben estar a salvo de que se les sermonee, se censure su proceder en ese día o se les reproche su insolidaridad. Tienen pleno derecho también a mantener argumentos como que es necesario este sacrificio por que nos lo exigen en la UE, por que si la situación económica no mejora y no se toman estas medidas el paro seguirá aumentando e incluso que son medidas necesarias para mejorar la flexibilidad en las empresas y eliminar la presión sindical en muchas compañías.

Tienen derecho a esto. ¿Tienen asimismo la razón? Eso es ya tan discutible como cualquier otro argumento similar o contrario. Por que tener la razón exige formalizar un juicio de la cuestión o cuestiones de que se trata. Tener el derecho a hacer o no hacer es algo que solo tiene como límite el respeto de los derechos de los demás, o sea, la ley. Si de lo que se trata es de tener razón, no basta con quererlo, para ello es necesario un entendimiento de los pormenores de que se trata, un conocimiento de los pros y los contras, comprender de qué se trata y si del embate sale beneficiado, perjudicado o permanece indeleble, con sus condiciones intactas.

Quien salga ganando con la reforma, tiene razones, y se ajusta a derecho por que le han certificado sus pretensiones en carta legal. Patronales y asociaciones de empresarios, despachos de abogados y gestorías que asesoran a las empresas están en esta tesitura; no es de lo justo de lo que viven si no de lo que permiten las normas, ni es con lo honesto, con lo neutral o equilibrado, con lo que se hacen negocios ni con lo que se desarrollan ciertas carreras profesionales.

Quienes no están en este extremo pueden mantener similares actitudes, pero si nada cosechan en el envite, será la fidelidad en sus partidarios políticos o doctrinas semejantes las que sirvan de apoyo a tal encuadramiento. En cualquier caso, tienen todo el derecho a alinearse como y con quien quieran. A lo que no tienen derecho es a cuestionar el marco laboral que emerge de esta reforma. No tendrán derecho pues, a quejarse de no saber con certeza cuál es su salario, o su jornada. De que a él, a ella o a sus familiares se les despida con cuatro cuartos (con veinte días por año) solo por que la empresa en la que lleva toda su vida, aunque siga ganando dinero, gane menos. O de que, quizás, un joven hijo/a sea contratado por 364 días, sin derecho a indemnización. Ningún derecho a quejarse si le llaman para sacarlo del paro para cubrir una plaza y le dicen que parte de su salario va a ser el de sus prestaciones del paro.

Tiene todo el derecho a decir que hay mucho profesional del absentismo, pero ninguna razón ni derecho a lamentarse si le despiden por estar de baja durante nueve días en un bimestre. Ningún derecho a protestar si le reducen la jornada y los ingresos pero le exigen horas extraordinarias. Ninguna razón para que, al menos el convenio colectivo, le cubra unos mínimos.

A quienes sí van a ir a la huelga, si el Gobierno se mantiene en sus trece, no les asistirán las leyes actuales aunque protesten por todo esto, pero tendrán todo el derecho a indignarse por las circunstancias en las que quedan, derecho a rechazar estas injustas medidas y a sublevarse por ello. A acudir al conflicto cuando le pretendan recortar sus condiciones y eliminar sus derechos. A echar pestes de los que aprobaron unas leyes que destierran la posibilidad del pacto como solución al conflicto, del diálogo en la empresa y la posibilidad de acuerdos. A propugnar que, si no se cambian las cosas y se recuperan derechos, el caldo de cultivo ha de favorecer la conflictividad laboral y social. También tienen derecho a no tener miedo a la huelga los que lo tienen claro y los que desean que se les deje trabajar. A la huelga no le deben tener miedo, es a los efectos de la reforma a lo que deberían temer. En todo caso, también tiene derecho quien ha venido pensando no ir a la huelga a cambiar de parecer, no sea que, como la golondrina, de vuelta a su pasado, no encuentre el nido.

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