Diario de León
León

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Van a llegar los de Callejeros y nos sacarán a todos con cara de pánfilos, atemorizados por la que se nos viene encima, atacados por el pánico de un futuro tan seguro como el agua en una cesta. Está León ahora como para subirse a un plató de la tele, de esos en los que se retrata la realidad que aquí es más cruda que nunca a pesar de las horas de cocción extras que se le han dado. Vendrán los de Callejeros y se pondrán tibios en el chorro de desgracias sociales que acontecen desde antes de que el pulso real del mundo catódico se moviera al son de Documentos TV.

Podrían echar mano de los archivos de aquella tele que empezó a retratar a la gente sin maquillajes y sin filtros de voz y nos sorprenderíamos con los mismos problemas que nos desbordan; aquellos que entonaban el contra Amilivia se vivía mejor están ahora parapetados en el lance de vivir mejor contra Gutiérrez; entre medias se dilapidó la herencia de la abuela, la hucha de los niños, el capital que heredamos del pariente lejano que nunca volvió y ahí está el resultado. No queda un real, ni un céntimo, ni una perra gorda ni entre los bordes del sofá, que parece el último recurso al que acudir cuando falta la calderilla.

Preparados para el horizonte sin sol que se cree apropiado a poco que se cumplan los pronósticos más livianos de los pitonisos de la economía, León está abocado a prescindir en los próximos años —digamos que en dos o tres lustros como poco— de la única certidumbre que tenía en materia de empleo, el amparo municipal.

En mala hora se nos ocurrió a los leoneses de a pie creernos aquello de que nos iban a salvar las energías alternativas, los desarrollos sostenibles, el filón de las nuevas tecnologías, los edificios acristalados de vanguardia, los fondos miner o el cambio de adoquines —cuarta parte— de la acera que da al apeadero del tren de la Feve en la zona de Las Arrimadas.

Ya no queda ni un solo ariete del que echar mano, al que asirse para salir del pozo. La maleta y escapar. Como hicieron en los sesenta, se insistió en los setenta, reincidimos en los ochenta, y enfatizamos a fin de siglo. Y en la huida, se avistarán desde lejos los cartelones que presagian que si hoy está jodido el panorama mañana va a ser aún peor, por ese pasillo de se vende y se alquila que salpica con decorado de crash del 29 las calles que fueron populosas en la ciudad.

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