SECCIÓN
Soy del PP
Un tipo borracho armado con un hacha y un cuchillo ha entrado esta semana en la sede de los sindicatos al grito de «soy del PP, soy el más facha de todos y vengo a arreglar España…». Gran ciudad, León.
La anécdota verídica —aunque parece uno de esos cuentos de bar que José Antonio Llamas y Fulgencio Fernández contarán en El Filandón que van a hacer esta semana en el Colegio Maristas Champagnat, es una anécdota verídica— me ha recordado otra igualmente real. Versa sobre la sufrida policía municipal que tuvo que intervenir y bajar a otro tipo que había trepado la estatua de Guzmán El Bueno para gritar: «¡Viva mi psiquiatra el doctor Santos que me ha curado!»... Expertos publicitas tiene León.
Porque acababa de preguntarme qué tal en mi trabajo y le contesté que el bibliotecario empezó diciéndome que él era más listo que Ortega y Gasset juntos, Don Saturnino de Villalobar, un ciudadano sabio con arrugas hasta en el pelo, me expresa una teoría sobre como se llega a funcionario de cultura la cual me ha hace reconsiderar cuanto sé sobre la función pública local: «¡no hay más que mirar a los que mandan a los ojos y espetarles: ¡cuidado conmigo que soy más tonto de lo que parezco! ¡Pues pa cultura!»… Ilustrada ciudad, León.
Como ven lo del borracho que se hizo el Rambo en la sede de los sindicatos un día antes de la huelga general aquí entra dentro de lo normal, no es ni noticia periodística, el complejo universo del yo, mera circunstancia atrabiliaria que se inserta en las variadas formas de las que dispone León para aliviar su monotonía.
Pero no sólo los borrachos hacen profesión de fe política por estos lares. Recientemente acudí gustoso a un Instituto de Bachillerato de nuestra capital para impartir una charleta sobre literatura. Era conmovedor el silencio, el brillo de los ojos y el aditamento de la pasión de los alumnos y alumnas al escuchar poemas y cuentos y reflexiones. Pero luego, mientras les firmaba algunos libros, un muchacho rubio con largas rastas a lo Bob Marley, un aro en la nariz, multitud de pendientes en cada atestado lóbulo de la oreja, botas de militar, tejanos rotos y una camisa encima de otra, me aborda y me dice: «ha sido muy interesante todo lo que nos han contado, pero mire, yo le tengo que confesar que soy del PP». ¿Y eso?, le pregunto asombrado mientras le miro con ojos de bacalao. «Sí. Mire, mis padres vivían en Matavenero, en la comuna hippie, y al tenernos a mi hermana y a mí vivimos a vivir a León. Como siguen con su mismo rollo libertario en la cabeza a mi hermana y a mí no nos ponen reglas y nos dejan hacer lo que nos dé la gana. Y yo he empezado a pensar que esta familia es un sindios. Y me hecho del PP»… ¡Gran ciudad, León!