FUEGO AMIGO
Una catedral de versos
José María Fernández Nieto es el decano de nuestras letras y su trayectoria como poeta y promotor de aventuras líricas resume la historia de la literatura palentina contemporánea. En la grave posguerra puso en marcha con el gran Gabino Alejandro Carriedo la revista Nubis (nombre romano del Carrión), y a su despedida enlazó la aventura de Rocamador (1956-1968), donde tuvo la compañía del poeta Marcelino García Velasco, autor de una Antología (1997) generosa y cómplice, que recoge lo esencial de su obra. Rocamador publicó 45 números de revista y casi un centenar de libros poéticos, sufragados casi en su totalidad por Fernández Nieto. Esta semana recibió el Premio Castilla y León de las Letras.
Después de una primera etapa más local (1956-1959), en la que ya tienen cabida poetas innovadores como Ory o Cirlot, la segunda etapa de Rocamador (hasta 1963) refleja las mareas de la poesía nacional, incorporándose de lleno a su debate. En ese escenario, busca la equidistancia y sus páginas acogen a todas las figuras importantes, tanto de orientación social (Celaya, Crémer o José Agustín Goytisolo), como más formalistas. En la tercera etapa (1964-1968), adquiere mayor relevancia la crítica de poesía y se incorpora en páginas centrales una sección dedicada a líricos de la tierra.
Como poeta, es autor de una veintena de libros, entre los que sobresalen La trébede (1961), Un hombre llamado José (1963, Premio Guipúzcoa, con Celaya batallando por él en el jurado) y La nieve (1974, Premio González de Lama). La trébede inaugura una etapa esencial en su obra, atenta a la visión de lo cotidiano, de la costumbre rural en el ámbito castellano, que sostiene con un lirismo efectista. El poeta maneja con maestría el contraste entre las metáforas de vuelo más audaz y el prosaísmo. La nieve es su obra más importante. El tono coloquial y una dicción de verso desbordado entretejen sus preocupaciones de siempre: lo social, la humanidad solidaria, lo religioso, la muerte.
La tarea ingente de proteger la poesía en tiempos ásperos, a base de ir vaciando la bolsa de sus propios premios, obligó a Fernández Nieto a frecuentar un formalismo que acabó anquilosando su obra. Cuando rompe el molde, como sucede en La nieve , los resultados son espectaculares. Y no le faltan, como ya ocurriera con La trébede , émulos o seguidores. Pero no es fácil conectar con los pálpitos del corazón. Algún aprovechado ocultó el hurto de un verso suyo para poner título a su tontorrón viaje catedralicio, ignorando que la rosa de piedra es una imagen procedente de Neruda. En un recorrido poético tan dilatado como el suyo la paleta temática es muy amplia, aunque imantada en su diversidad por la trascendencia y la meditación sobre Castilla y León.