Diario de León

TRIBUNA

¿Es viable legalizar las drogas?

Publicado por
Ricardo Magaz. Profesor de Fenomenología Criminal de la UNED y escritor
León

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«La legalización de las drogas para luchar contra el narcotráfico no es una opción, ya que sólo serviría para agravar el problema». Así concluyó el jurista Hamid Ghodse, presidente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, la reciente presentación oficial del memorándum ante el Consejo Económico y Social en Viena

La exhortación del máximo responsable de la JIFE de Naciones Unidas, rebate, por consiguiente, la propuesta hecha pública por Pérez Molina, presidente de Guatemala, sobre la conveniencia de despenalizar la producción, transporte y comercio de drogas para combatir la lacra que supone el narcotráfico y sus secuelas: la violencia, la corrupción, las mafias, los clanes, las redes, los cárteles, las maras, los grupos de crimen organizado transnacional y, lo más doloroso, los enfermos toxicómanos que genera y el deterioro de la salud pública que supone.

En el tema de las drogas, como en otros aspectos cardinales de la vida, se puede estar de acuerdo con una posición o con la opuesta. Ambas merecen respeto, siempre que se formulen desde la responsabilidad y el sentido común. Quienes hayan seguido algunos de mis viejos textos acerca de esta materia conocerán la postura que mantengo al respecto. Todas las pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas, pero todas son inmensamente malas si nos dominan. Esta frase introduce al lector en las páginas del libro El esclavo mundo de las drogas , publicado hace más de veinte años. Y en esa misma tesitura sigo dos décadas después de haberlo firmado y advertir de los riesgos del consumo esporádico o reiterado.

No obstante he de reconocer, a pesar del tiempo transcurrido, mi incapacidad para pronunciarme con determinación sobre si es adecuado o no legalizar las drogas para acabar con su tráfico ilícito y los tremendos males que acarrea. Y no se trata de ambigüedad o falta de arrojo. En absoluto. Al cabo, se me antoja un juicio de tal naturaleza y calado que me sobrecoge el hecho de errar en un asunto en el que cientos de miles de vidas, acaso millones, están en juego. Evidentemente, muerto el perro se acabó la rabia. O dicho en otras palabras, si se legalizan las drogas se evitaría, en teoría, su tráfico ilícito y gran parte de la criminalidad que originan, además de las letales adulteraciones y el lavado de dinero manchado de sangre.

Dicho esto, la complejidad del problema reviste un carácter mundial interconectado y, por tanto, exige una actuación a todos los niveles: internacional, nacional e incluso local. Al observar los logros y las experiencias de la fiscalización de drogas desde que se firmó la Convención Internacional del Opio en 1912, sería ineludible, para impedir el narcotráfico, un acuerdo universal de todas y cada una de las naciones del globo planetario. ¿Es esto posible ahora? Nada se lograría si unos pocos países de los casi 200 existentes quedaran fuera.

Pero hagamos un somero análisis de aquellas drogas que son legales y, por consiguiente, están socializadas y no causan alarma. Léase, verbi gratia, tabaco y alcohol.

En virtud del dictamen de la ONU, si nos fijamos en este tipo de sustancias, no sólo matan cada año entre 10 y 15 veces más que las drogas prohibidas por la ley, si no que el delito relacionado con su comercio clandestino no ha desaparecido, y de hecho constituye una parte importante de la actividad criminal. El contrabando de tabaco se encuentra a la orden del día y la compra-venta de alcohol fraudulento lo podemos ver y padecer, sin ir más lejos, en muchos establecimientos de ocio de nuestros barrios y ciudades donde expenden sucedáneos garrafoneados en un inequívoco delito contra la salud pública, tipificado en el artículo 359 y sucesivos del Código Penal, como antaño ocurrió con el aceite de colza.

Por lo que atañe al tabaco, y de acuerdo a la OMS, es una de las epidemias de nuestro tiempo. En términos globales, el consumo de cigarrillos resulta responsable del treinta por ciento de las muertes por cáncer. En el siglo pasado, cerca de 100 millones de seres humanos fallecieron en el mundo, de una u otra manera, a resultas de la nicotina. La parte alícuota de España se halla en 50.000 víctimas anuales. Increíble pero cierto

¿Y el alcohol? Según la Sociedad Científica Española de Criminología, el alcohol etílico es la droga más utilizada en nuestro país, donde alrededor de 1.700.000 personas reconocen que abusan gravemente de él. Así, el cuarenta y seis por ciento de los homicidios y el veinticinco por ciento de los suicidios y lesiones que se registran en España están vinculadas con el alcohol, un producto considerado droga dura por la OMS. Por otro lado, la bebida aún es responsable de numerosos accidentes de tráfico. Si a estas circunstancias se añaden las defunciones por enfermedades ocasionadas por su empleo compulsivo, resulta que cada año se originan en nuestro territorio más de 13.000 fallecimientos supeditados a la ebriedad.

Así las cosas, y si bien los informes de la ONU implican rigurosidad de contenido, no parece probable que sea precisamente Naciones Unidas, a pesar de la sangría de víctimas ligadas a todo tipo de drogas, quien vaya a poner orden y concierto en estas asignaturas pendientes desde hace tanto tiempo, y donde concurren infinidad de intereses transfronterizos y geopolíticos encontrados. La ausencia de autoridad ejecutiva de la ONU para hacer cumplir muchas de sus resoluciones y mandatos viene siendo antológica desde el mismo momento de su fundación en 1945. Cuando caminas por los interminables pasillos de su sede central en Nueva York y preguntas inquieto por el estado deplorable de algunas instalaciones, siempre te responden con amabilidad lo mismo: «defaulter». Es decir, morosidad. Simplemente, numerosos estados no pagan sus cuotas. ¿Se imaginan un país donde el acatamiento mínimo de las leyes estuviera supeditado al cobro del IRPF?

Con todo, y para concluir, una cosa es cierta y no admite dudas: las drogas, socializadas o prohibidas, siempre pasan factura. Siempre. Independientemente de si se refrendan o se proscriben. Y, en efecto, en ese tipo de hábitos nocivos para la salud no existe «morosidad»; la deuda se paga en tiempo real. El drama de los enfermos drogodependientes, cualesquiera que sea la sustancia, lo pone de manifiesto.

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