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León

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Titulado así, suena como una del Oeste, pero esta columna trata acerca de gente de esta tierra, aunque no como usted y como yo. En León, las multas tenían un precio, pero algunos no las pagaban. El alcalde de León, Emilio Gutiérrez, acaba de reducir drásticamente la lista de vehículos inmultables, que alcanzaba ya los 250. Eran demasiados. A partir de ahora, si el biznieto del biznieto del rey Ordoño deja su caballo en doble fila, se lo llevará la grúa como al de los demás. Y si excede la velocidad permitida, pues multazo, como a todo quisqui. El ciudadano puede aceptar la excepcionalidad en los casos más lógicos, pero 250 coches fantásticos, los conduzca Mike Knight o don Fulano, hablen o no, parece una cantidad elevada para una ciudad que no cuenta aún con una sede de las Naciones Unidas. En la lista había no sólo políticos y cargos en activo, sino quienes ya no ocupaban desde hace años las funciones con las que alcanzaron la prebenda. En muchos casos, esto último se habrá debido a la inercia en la aplicación de un protocolo, pero también han de haberse dado claros abusos de poder, del que se tuvo y del que aún se tiene a través de influencias. Hay políticos a quienes esperar a que el semáforo se ponga en verde no les parece respetable.

Castas, las justas. Durante el franquismo se dio mucho «usted no sabe con quién está hablando», y la democracia no se ha visto libre de tales prepotencias. Pero un político o un alto cargo público debería ser quien condujera siempre con la mayor ejemplaridad, al volante y en la vida. Si eres sheriff, o lo has sido, y cruzas el Misisipi, hazlo cuando el semáforo esté verde. Y si te lo saltas y te pillan, entonces, paga la multa, como todo el mundo. ¿O es que pagarlas es sólo cosa de votantes, inmigrantes y demás?

Las duras políticas de ahorro que se están aplicando deben ir acompañadas de dicha ejemplaridad en quienes las aplican. Aplaudimos, pues, esta medida. La canción de Perlita de Huelva ha de ser igual para todos: «El peligro es la velocidad/ Y acuérdate de tus niños/ Que te dicen con cariño/ ¡No corras mucho papá!» Y si no se puede evitar, porque han sido muchos años de inmultable, entonces, como decía el anuncio: «Papá, ven en tren».

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