Diario de León
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cayetano gonzález
León

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Fue el veterano político italiano Giulio Andreotti el que dijo aquello de que «el poder desgasta pero más lo hace estar en la oposición». No se si Mariano Rajoy, después de los cien días que acaba de cumplir en la Moncloa, estará muy de acuerdo con esta aseveración del veterano líder de la democracia cristiana italiana, porque sin ningún genero de duda habrán sido los cien días más intensos que ha vivido el político gallego.

El PP y Rajoy ganaron las elecciones del 20-N por una aplastante mayoría absoluta que llevaba implícito un claro mensaje de los casi once millones de españoles que les votaron: hagan ustedes lo que crean que tengan que hacer para sacar a España de la crisis. Y el nuevo inquilino de la Moncloa se puso manos a la obra inmediatamente. De hecho, a los ocho días de tomar posesión de su cargo, en el segundo consejo de ministros, se aprobó la subida del IRPF, algo que Rajoy había jurado y perjurado en campaña que no lo haría, pero que según la explicación facilitada por el Gobierno no hubo mas remedio que hacer debido a que el déficit que se encontraron al llegar al ejecutivo no era del 6% sino del 8%.

A esa medida claramente impopular y que desconcertó mucho a su base electoral, han seguido otras, como la reforma laboral, la reestructuración del sector financiero, el mayor recorte en las cuentas públicas que se ha llevado a cabo en nuestra historia reciente o una amnistía fiscal, que ponen de manifiesto que a este Gobierno con su presidente a la cabeza no les está temblando el pulso a la hora de tomar las medidas que creen necesarias para intentar salir de la crisis. Por medio, Rajoy ya ha tenido una huelga general que supuso un sonoro fracaso para esos sindicatos obsoletos que como bien dijo Esperanza Aguirre acabarán cayendo en su concepción actual como en su día cayó el muro de Berlín.

El único revés político serio que ha recibido Rajoy en este tiempo ha sido la «victoria amarga» en Andalucía, donde el PP ganó las elecciones pero sin conseguir la mayoría absoluta. Lo más preocupante de ese resultado es el lastre que puede resultar para la economía española que una comunidad autónoma del tamaño y población de Andalucía sigan gobernados por un partido, el PSOE, con la ayuda interna o externa de Izquierda Unida, que han situado a esa región en unos niveles de paro y de corrupción ciertamente alarmantes. Pero en clave interna, Rajoy debería preguntarse las razones por las que más de 400.000 andaluces que le votaron apenas hace tres meses, en esta ocasión han preferido quedarse en casa. Puede ser un aviso a navegantes para un Gobierno y para un presidente que en estos cien primeros días atesoran muchas más luces que sombras en su gestión al frente de la nave del país.

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