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León

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E l pintor Manuel Jular me dijo una tarde: «¡Qué religión más cruel la católica!, ¿Qué clase de Dios mandaría a un hijo a que lo torturasen de esa forma?». Fue hace unos meses, en la inauguración de la muestra de otro pintor, durante una conversación breve pero muy intensa, quizá por lo inesperada. Creo recordar que el tema que dio pie a sus palabras surgió tras comentarle que leía con mucho interés su blog en la Red, aunque no compartiese sus planteamientos anticlericales. Me lo agradeció, pues varias personas molestas con su contenido le habían comunicado ya que no querían seguir recibiéndolo. Expone actualmente en el Museo de León su «Descensus ad inferos». Por cierto, el cartel anunciador es una bella interpretación del Cristo de Carrizo. Un artista culto y serio, buen conocedor de la mitología, de la que se nutre para sus creaciones. Hoy, Jueves Santo —Viernes Santo para el lector— he recordado aquellas palabras suyas dichas en ágora improvisada. Han permanecido en mi memoria, como el estribillo de un blues.

Su exposición es de gran calidad, y los textos merecen ser leídos con detenimiento. Me interesa lo que hace y dice Jular, porque, compartiéndolo o no, siempre percibo a un pensador coherente. Me detuve ante su interpretación de la crucifixión de Grünewald, una de las cumbres del arte, y uno diría que del sentimiento universal. Pero no creo que Cristo sea «el mito de los mitos», como afirma este leonés. Los mitos son bellos ecos del ayer ancestral, pero fueron trascendidos por una enseñanza superior. La fe permite compadecerse también de la Troya arrasada o de Sísifo.

Dios mandó a Cristo a cumplir una misión sagrada, que éste aceptó no sin miedo a que le sobrepasase. Fue en la plenitud de los tiempos. ¿Pudimos haber aprendido el mensaje de amor y perdón sin necesidad de que muriese en una cruz, entre sufrimientos y vejaciones? Lo dudo. La gran lección sólo podía ser aprendida así. ¿Qué clase de Dios le mandaría a un hijo a morir de esa manera? Manolo, sólo el Padre. Te felicito por esta exposición, que contiene afirmaciones en sus textos de las que discrepo, pero repleta de logros plásticos y poéticos. Sólo el corazón del ser humano es siempre más misterioso que el arte.