Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Decía el gran poeta alemán Novalis (1772-1801) que el romanticismo consistía en vivir lo cotidiano como extraordinario, lo cercano como remoto y lo actual como de otro tiempo. El otro día recordé a Novalis. Y lo hice mientras evocaba unas tierras olvidadas del norte de la provincia de Zamora. Evocación sugerida por un artículo de este diario.

El norte de Zamora, leonesa tierra antigua, es poco conocido. No me refiero a Sanabria o a Benavente, sino a los mundos rurales que entre ambas zonas se extienden. Con sus valles romanos y prerromanos; con su soledad y belleza, con su fuerza sencilla y perenne.

El norte de Zamora es un campo de batalla para experimentar el romanticismo, cabría decir. Porque está cerca y porque es remota; porque es presente pero tiene muchos rasgos de otro tiempo. Luego queda la tercera pata del romanticismo: la intensificación de la vida. Pero eso llega fácilmente después de haber experimentado lo lejano y lo atemporal a la par.

Los leoneses pertenecemos a un territorio muy generoso en esas experiencias. Tenemos la ventaja de que lo gallego interior y lo más olvidado de León, Asturias y Zamora nos colocan en el centro de ese mapa literario. Estamos bastante cerca de esos territorios arcanos, donde parece que el tiempo se percibe de otro modo.

Lo remoto próximo está ahí. Omaña, por ejemplo, con su alma ganadera y su ritmo bíblico. En el centro de la provincia, Omaña tiene aires y presencia de un país hijo de los sueños, de la imaginación. Aunque esté ahí, de carne y piedra, de horas actuales.

Pero da lo mismo: predomina lo romántico. Y predomina incluso cuando estamos físicamente en Omaña; no solo cuando la imaginamos o recordamos. Y si el viajero recorre Babia o la Carballeda zamorana, la Cabrera, la Ibias astur o la tierra luguesa y cunqueiriana de Meira, también experimenta ese encanto profundo y melancólico. Arraigado y universal.

Porque no se vuelve siendo el mismo, totalmente el mismo, después de esos viajes. Sobre todo cuando son lentos, silenciosos, envueltos en una plenitud contemplativa. Una plenitud cívica, misteriosa.

León tiene ese privilegio. Es demarcación donde lo mítico tiene tanta fuerza como lo que no lo es. León es provincia romántica, y por ello es patria de tantos escritores, de otros artistas. Muchos de ellos, la mayoría, provienen de ese modo de estar en el mundo; de mirar la vida. De impregnarse de ella.

León, paraíso de lo cercano remoto. Del pasado que dialoga con el presente. Tal vez no sean estos buenos tiempos para la lírica, pero todos los tiempos en los que la lírica no tiene presencia en la vida interior, e incluso en la vida social, son irrelevantes, son vulgares, no son gran cosa.

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