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JOSÉ A. BALBOA
León

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Por primera vez en mi vida, la corporación municipal ha prescindido de las luces ornamentales que, durante las fiestas de Pascua de Resurrección, engalanaron siempre las calles de mi pueblo. En mi infancia, en los años cincuenta del siglo pasado, el presupuesto municipal era casi miserable, no había más que un secretario y un par de funcionarios; pero nunca faltaron las luces de fiesta, los programas de mano, los fuegos de gran palenque, la banda de San Quintín y las buenas orquestas. Éramos más pobres pero con dignidad, como los pobres de Mingote, el gran humorista que nos dejó esta Semana Santa; pobres honrados que, con nuestros pobres medios celebramos alegramente una fiesta que atraía a miles de visitantes de toda la comarca del Bierzo. Ahora no somos pobres, sino desgraciados que estamos arruinados, que debemos lo que no tenemos y sobre los que una noche oscura se cierne sin remedio y pocas esperanzas.

No critico a la actual corporación, creo que las medidas adoptadas para ahorrar y reducir el déficit son adecuadas, aunque impopulares. En las pasadas Navidades, Unión Fenosa cortó la luz de algunos edificios públicos por una deuda de años. Un plan de ahorro energético y la negociación con la empresa para financiarla solucionó el problema, pero la situación general del municipio es aún dramática. Años de alegría o locura irresponsable, gastos superfluos sin control, contrataciones irregulares y nefasta gestión de los recursos públicos por el gobierno socialista llevaron al ayuntamiento a una deuda millonaria, que tardaremos años y sudores en poder pagar. Con sentido común el pueblo dio la victoria al PP, aunque no por mayoría absoluta; pero la responsabilidad de los dos concejales de IU han hecho posible un gobierno del PP, que ha tenido que tomar medidas muy duras pero necesarias, aunque probablemente aún insuficientes.

Lo ocurrido en Cacabelos es una metáfora de España. La crisis y su nefasta gestión por el gobierno socialista de Zapatero han provocado una deuda que no podemos pagar sin grandes sacrificios. Lo de las luces de Pascua es una anécdota comparada con los apagones que nos esperan a los españoles. El gobierno de Rajoy, bajo la atenta mirada de Europa, ha aprobado medidas que nos empobrecen, aunque son necesarias para salir de la crisis; pero aún le tiembla la mano para, como cirujano de hierro, sarjar la herida y limpiarla: con los recursos disminuidos no puede mantenerse el Estado autonómico sin grandes modificaciones. Duda en hacerlo por la presión nacionalista, sindical y socialista. Algunos no han entendido —o quizá es lo que quieren, como Cayo Lara en Andalucía— que la alternativa a esta situación es la intervención de Bruselas: más impuestos, menos servicios sociales y más bajadas de sueldos y pensiones.