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LA 5.ª ESQUINA

Buenos augurios para lo rural

Publicado por
JESÚS Á. COUREL
León

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AJulio César le dijeron que se guardara de los idus de marzo que, aun siendo días de buenos augurios para los romanos, en su caso se volverían aciagos. De igual manera que las plegarias de los cofrades de Hermandades de Semana Santa tampoco influyeron en la adversa climatología que padecieron las procesiones. Con el agua de la lluvia se aderezan tragedias, entierros y las estadísticas del turismo, esa gran empresa de la modernidad en la que tantos individuos están doctorados sin que sepamos en que universidad. Según recientes estudios, César sabía que le esperaba la muerte si salía de casa aquel fatídico día pero, a pesar de los malos augurios (lluvia incluida), acudió a su cita con la parca. Una actitud considerada hoy suicida pues, según parece, aproximarse al último suspiro e incluso desear espicharla con ahínco, es suicidio, aunque no lo ejecutes con tus propias manos. El emperador romano quería morir, está claro. Había sobrepasado la media de vida de la época, sentía vergüenza de su epilepsia e, incluso, creía que gracias al magnicidio su memoria perduraría en la historia por los siglos de los siglos. Los humanos confiamos demasiado en los augurios, olvidando con frecuencia (sobre todo en Hispania) que no debemos arrojar nuestro destino en nubes de cualquier borrasca de tres al cuarto.

Esta Semana Santa confirma, en sus sagradas estadísticas, que lo rural sigue de moda. No sólo las empresas vuelven su mirada al campo, sino que el turismo fija sus grandes logros en los alojamientos enclavados en los pueblos. Mientras la gran mayoría trata de impulsar los atractivos de la ciudad, en lo rural la lluvia se alía con los olores, la verdura y el aire puro. Sus museos no tienen paredes y sus bares traen diseño de arrastre y canto de las cuarenta al visitante. En los pueblos el turismo se adjetiva con parsimonia. A los parámetros urbanos de precio, calidad e innovación, los que militan en este sector ofertan tomates de la huerta, caminos de cabras y orujo casero, porque saben que el viento sopla donde quiere y la lluvia cae cuando le da la gana. Si arrecian las inclemencias, nada mejor que escuchar historias junto a la chimenea, que no suelen ser de reyes y nobles, sino sencillos relatos de gallinas y raposas o evocadores cuentos de tesoros dejados en cuevas por los moros.

Decir que Julio César es el primer suicida de la Historia es un desatino, lo mismo que argumentar el mal tiempo o la crisis como causas principales del descenso de visitantes, porque los idus de marzo, en materia turística, nos confirman el renacer de la primavera en el mundo natural… Había que hacer algo.