Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Conozco un Antolín de Cela muy remoto. Cuando no era empresario ni sacerdote, pero sí ya un hombre de valía, muy joven. Aún no había cumplido los veinte años, dirigía el coro. Luego ya no nos vimos en milenios. Aquellas aulas del seminario de Astorga tenían unos 60 alumnos. Y un extraño miembro de la comunidad que apenas iba a misa, y que era yo. Un día un compañero me interpeló cordialmente por el pasillo y me dijo:

—¿Por qué no vas?

—Tengo crisis de fe.

—Ya —adujo aquel hombre de bien—. Pero entonces ¿qué haces aquí?

—Eso querría saber yo —acepté los hechos, provocando más su tristeza que su desconcierto.

Mi aventura duró poco. Un año largo que dediqué a leer buena literatura, a escuchar a Victoriano Crémer por la radio, a ir a los partidos del Atlético de Astorga en La Eragudina y a ver una revista alemana que se recibía en el internado, —Scala— donde alguna vez aparecían mujeres desnudas. Una tarde el director de la biblioteca, don Augusto Quintana Prieto, me sorprendió mirando las imágenes del musical Oh Calcutta , fotos de un teatro de Londres de 1970. Pasé mucha vergüenza.

Antolín de Cela era bueno en filosofía, en música, en entusiasmo, en convicción y en teología. Destacaba mucho, cosa que, sin embargo, no sucedía tanto con otro compañero, orensano y tímido, que, prodigiosamente, llegaría nada menos que a arzobispo de Santiago de Compostela. En brazos del ultramontano Rouco Varela. Cosas que pasan.

Antolín, el rector de la basílica de la Encina de Ponferrada, lleva casi cuarenta años de vida pastoral muy meritoria, activa y buena para la gente. Incluso para quienes no tienen mucha fe. Porque hacer el bien no conoce fronteras; no debe conocerlas nunca. Lo dijo Jesucristo.

Un día llegó al Bierzo y aquí arraigó. Y aquí hace un sinfín de cosas. Lo mismo bautiza a un niño que está al tanto del mozárabe de Peñalba; lo mismo acude de noche a reconfortar a un enfermo grave que cuida del tesoro de la basílica. Lo mismo reza a solas, humilde y secretamente, que gestiona con inteligencia y honradez el Hospital de la Reina. Está en todo y no por ello se cree otra cosa que lo que es: un hombre de tantos que cumple su labor. En esta tierra, que es lo que tenemos. En cuanto al cielo, eso ya es un asunto delicado y arduo. Pero Antolín es de los católicos que quiere que la tierra se parezca más al cielo, y trabaja para ello.

Por eso, y por más razones, merece bien este premio de ser el empresario berciano del año. Empresario sin afán de lucro, que ha realizado una gran labor al frente de la fundación del muy antiguo hospital ponferradino. Un premio que es un breve alto en el camino de la vida de Antolín de Cela; muy breve, porque ya le están esperando los feligreses.

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