ASUNTOS INTERNOS
Carbón y futuro
La certidumbre de que el carbón quema sus últimas brasas, aún siendo irrefutable, nos causa desasosiego a muchos leoneses, en especial si llevamos la cultura minera tatuada en la piel con la misma tinta indeleble que deja la carbonilla cuando se mezcla con la sangre. Por más que se amontonen los argumentos en contra, la mayoría sólidos y convincentes, nos resistimos a que se disuelva en escoria la industria que durante más de un siglo ha calentado nuestros cuerpos, alimentado la economía e impulsado el desarrollo de la provincia, en especial de El Bierzo. De acuerdo que el carbón tiene más pasado que futuro, pero por favor no empujen que para morir siempre habrá tiempo. Además, varios miles de familias todavía dependen de ella, pueblos enteros sobreviven gracias a los salarios de la minería y el sector energético no puede prescindir, aunque quisiera, del mineral. De ahí que causen cierto estupor las partidas menguantes que los Presupuestos de guerra de este año asignan a las zonas mineras. No sólo porque el tajo haya sido profundo, que son días de apreturas para todos, sino por su incongruencia.
No parece muy consecuente que si por un lado se destinan decenas de millones a la Ciudad de la Energía, por otro se le cercenen a la industria que precisamente le da sentido al proyecto de investigación energética. Es un acierto mantener el compromiso presupuestario con la Ciuden porque se trata de la gran apuesta tecnológica para el futuro no sólo del Bierzo, sino también de la propia nación, y el prestigio de España ante Bruselas, que aporta también fondos multimillonarios, dependerá también de que culmine con éxito este proyecto. Ahora bien, ¿de qué sirve investigar sobre la captura de CO2 que desprende la quema del carbón sí la política presupuestaria condena al cierre de las minas? Es como si para enviar al hijo a estudiar Veterinaria hubiera que comerse el ganado. Es cierto que el sudoku tiene difícil solución y que el actual ministro de Industria es un gestor serio y experimentado, nada que ver con su antecesor, pero del mismo modo que nunca faltan fondos públicos para las iniciativas más peregrinas, el carbón tiene igual derecho. O más, aunque sólo sea por la heroica historia de sangre, sudor y lágrimas que encierran las bocaminas.