Diario de León

LA SEMANA

Al Príncipe se lo ponen muy difícil

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campo vidal
León

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La sensación en España es de preocupación y decepción creciente. Cada día, una nueva. Hay angustia económica, hipersensibilidad social, agobio del Gobierno y nuevos frentes: además de los mercados, Europa, los Presupuestos, los recortes sin misericordia y el desempleo que sigue creciendo, llega la presidenta argentina, necesitada de una gesta nacionalista en el aniversario de la guerra de las Malvinas, y quiere desembarcar en Repsol. «¿Vendrán los ingleses desde tan lejos para recuperarlas?», se preguntaban ingenuos articulistas hace treinta años, después de la ocupación. ¿Alguien esperaba que los españoles no acudieran en socorro de su compañía petrolera de bandera? El apoyo casi unánime se ha expresado con músicas distintas, algunas de rancio españolismo, cierto, pero el fondo es claro: ¿Pueden Argentina y España, países hermanos, y no es retórica, permitirse una guerra económica a estas alturas? ¿Le compensa a Argentina consolidar una imagen de país inseguro jurídicamente, en la línea de las amenazas de Hugo Chavez a los bancos extranjeros en Venezuela?

Mientras presiona la guerrilla diplomática y económica, lo que hace pensar al ministro Soria que «la situación parece que se va encauzando», impacta la noticia de la rotura de cadera de Rey, no en su casa, ni en una calle española, sino cazando elefantes en Botswana. Solo faltaba eso. La reunión de Mariano Rajoy con sus barones para adoptar nuevos recortes casi desapreció de escena.

La Casa Real ocupa últimamente, no solo las páginas del corazón, sino las judiciales y, además, las de sucesos. Pero eso es sólo la antesala para ocupar las páginas de política con artículos críticos que nunca hasta ahora habían aparecido. Las redes sociales arden relacionando la llamada a la austeridad del propio monarca con el coste de las cacerías de elefantes, invite al rey quien lo invite. El twit más gráfico lo firma el periodista Paco Moreno: «Froilán declara que ‘mi abuelo se va a enfadar mucho’. El rey piensa que ‘mi hijo se va a enfadar mucho’». No es para menos porque entre todos se lo van poniendo cada vez más difícil al príncipe. Y no será que quienes tienen oportunidad de tratar de cerca a don Felipe, o los mejor informados, no aprecien su esfuerzo y su profesionalidad. Su presencia, y la de la Princesa Letizia, en foros económicos y sociales siempre destaca por su interés y palabras de compromiso con emprendedores, investigadores y causas solidarias. Pero el viento en contra sopla desde su propia casa.

En plena conmemoración del aniversario de la llegada de la República, el diputado Joan Tardà reitera que «los republicanos le debemos mucho a Urdangarín», en línea con lo declarado hace unos días por Cayo Lara, quien ayer llegó a hablar de «falta de ética de la Casa Real ante la situación económica del país». Más madera. Más problemas para el Príncipe. Si ya trascendió su gran enfado con su cuñado Urdangarín, traducido en un alejamiento que parece irrecuperable, y si no pasó desapercibido su silencio con el accidente de su sobrino por negligencia del otro cuñado, Marichalar, ahora recibe este nuevo contratiempo. Por más que no hubiera dispendio del Estado en esta actividad recreativa del Rey en África, el contraste entre las penurias de una parte de la población y el coste de la cacería perjudica seriamente la imagen de la Corona. Y el Príncipe teme esa erosión. Con todo, don Felipe aparece como el personaje más discreto en esa fotografía. Paradójicamente, crece su figura, por contraste, al analizar otros situaciones y otros comportamientos. Lo difícil es medir la diferencia entre lo que avanza el Príncipe con su trabajo y lo que retrocede la imagen de la institución a la que pertenece.

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