Diario de León
Ponferrada

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Abro el periódico y se escapan todos los tantos por ciento de las páginas. Leo, por ejemplo, que la zona azul se extiende por Ponferrada como una riada y suben las tarifas para estacionar un veinticinco por ciento. Sigo leyendo y me entero de que el número de hipotecas cayó en León un sesenta y nueve por ciento. O que la reforma laboral también dispara los ERE en la provincia un trescientos sesenta y nueve por ciento. Y cierro el periódico, agobiado de tanto tanto por ciento libre.

Más tarde caigo en la tentación y enciendo el ordenador. La prensa digital me escupe los mismos porcentajes y alguno todavía peor. La recesión, leo, hace caer los ingresos del Estado un veinticinco por ciento. Vamos de tropiezo en tropiezo, pienso. Pero entonces veo que el déficit generado por el nuevo Gobierno alcanza el uno coma ochenta y cinco por ciento hasta marzo. Y ya no pienso que estemos tropezando con algo. Lo que estamos es zancadilleándonos a nosotros mismos.

Saber que no estamos solos en el pozo tampoco es un consuelo. Otros países de nuestro entorno también son esclavos de los porcentajes, como Portugal, donde el PIB ha caído un tres coma tres por ciento y el desempleo ha subido al quince por ciento después de que la Unión Europea acudiera al rescate con un préstamo de 78.000 millones de euros.

Y pesan tanto sus tantos por ciento que nuestros vecinos empiezan a preguntarse si no será necesaria una nueva Revolución de los Claveles que acabe con la dictadura de los recortes. Ayer, sin ir más lejos, ninguno de los capitales de abril que hace 28 años terminaron de forma pacífica con el régimen de Salazar participó en la conmemoración oficial de la efeméride. «El rumbo político protege los privilegios, agrava la pobreza y desvaloriza el trabajo», se ha justificado Vasco Lourenço, que preside la Asociación 25 de Abril, convertida en una referencia moral para los lusos.

Nuestros porcentajes son más pesados, pienso, aunque no nos hayan rescatado. Y me doy cuenta de que en este país sin referentes a los que agarrarse, los únicos claveles que he visto estos días son los que han repartido en algunas ferias del libro como la de Ponferrada.

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