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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Dijo el sabio que la risa y el deporte son las mejores medicinas que pueden aplicarse en este tiempo que anda achacoso y con muletas. Cada barrio tiene sus bonitos cuentos, y por cercanía física y personal quiero comentarles el del Gimnasio Victoria, afincado durante años a un latido de mi casa. Los enredos de la vida encaminaron hacia la calle Sampiro a esta escuela de emociones que predicaba la buena nueva del ejercicio entre un número de socios que fue creciendo como la espuma con el correr de los años. Al frente de los mandos, y aspirando siempre a la excelencia en cuanto a recursos e instalaciones, Óscar y Mariví, que tanto monta-monta tanto. El invento funcionó, así que desde la madrugada hasta altas horas de la noche los parroquianos del Victoria no aflojaban el ritmo con respecto a machacarse en distintos tipos de prácticas, a cada cual más compleja y novedosa.

Ahí tienen a mi amiga Candelas, una de las grandes fieles al ideario de Óscar, que presenta un cuerpo juncal que da gusto verla. Hasta mi gato Desi se convirtió en entusiasta del gimnasio, pues solía cotillear a través de sus ventanales el espectáculo de música y sudor que ha sido santo y seña del Victoria a lo largo de su trayectoria en la zona de la Condesa. Pero los ciclos terminan, cést la vie, así que la farándula gimnástica se ha trasladado a Cardenal Lorenzana, dando forma a un centro deportivo ennoblecido por la última tecnología, un diseño de impresión y detallitos tan sofisticados como poder correr, gracias a un sistema visual, en cualquier parte del mundo. Un lujo asiático que contó, el día de su inauguración, con la asistencia de todo un plantel de personajes conocidos en León. Me alegro por Óscar y Mariví, pero también me da un poco de pena que colorín, colorado, la etapa del Victoria en mi calle se haya acabado. Nobleza obliga, así que os vaya bien, amigos, y toda la suerte del mundo en tan sensacional paso adelante.

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