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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Tal vez lo que mejor perdura del franquismo sociológico es el cantante Raphael. No lo digo porque él fuera franquista, en absoluto. Me refiero a un cierto clima cultural y popular de aquel régimen. A un ambiente de alegría y guardias. La España de pan y circo. Como la de ahora, nos guste o no reconocerlo. Con su Sálvame y su fútbol abrumador.

Hubo un franquismo coloquial, de estar la gente contenta por pueblos y ciudades. Se ganaba poco, pero en casi todas las familias había un coche y un televisor. Había una seguridad ciudadana enorme, articulada desde las palizas en las comisarías; y las playas se llenaban de chicas francesas con sus bikinis y gracias.

Era un tiempo de tolerancia controlada. El régimen de Franco sabía que la mitad de los profesores de la universidad eran comunistas o demócratas, pero mientras no hicieran demasiado ruido, les dejaban en paz.

No sucedía lo mismo con los sindicatos. Ahí la dureza del sistema era implacable. CC.OO. es el símbolo de esa lucha, de ese martirio muchas veces. Pero en lo demás, Franco prefería una cosa paternal, y luego decir por ahí que gracias a él había Seguridad Social y pensiones. Entonces había una frase que repetían mucho los hombres modestos de España: «hoy la mujer de un obrero da a luz en un hospital, como si fuera la del gobernador». Cosas así.

En aquel tramo del régimen, que simboliza muy bien la segunda mitad de los años sesenta, Raphael era un dios. Un mito de Jaén, relamido y buen chico, enamorador de cientos de miles de muchachas españolas.

Yo observé esta pasión loca por el cantante de Linares cuando estudiaba en La Bañeza. Año 1968. Se estrenaba una película de él. El delirio que estalló en la ciudad fue indescriptible.

Recuerdo las colas en la taquilla del cine; las luchas por no quedarse sin entrada, los nervios de las chicas. Algunas lloraban de emoción, de búsqueda, de gloria, de todo, y de más. Y eso que era una película: que no venía el cantante en persona a La Bañeza. Pero daba lo mismo: era él. Aquel. Yo soy aquel.

Él era aquel. Y ahora, mil años después, aquí ha vuelto él; en estos días. A León. Ha vuelto desde muchos lugares. Por ejemplo desde aquella Rusia comunista donde, inexplicablemente, era un ídolo. Ha vuelto Raphael de una durísima enfermedad. Ha vuelto de un cierto olvido. Y es el mismo de siempre.

Los jóvenes que no vivieron el franquismo, deben saber eso, que sorprende y perdura: que Raphael mandaba mucho entonces, veinteañero. Y ahora manda. España es así, se ve que es así.

Estoy seguro de que alguna de aquellas chicas de La Bañeza, hoy ya con sesenta años, vinieron a verlo a León. Y les gustó aún más que entonces. Y es que los mitos lo resisten todo, como debe ser.

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