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Publicado por
FELIPE RAMOS
León

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Y a está claro. Los críticos del PP son como las meigas: haberlos haylos, pero nadie ha llegado nunca a verlos. Amagaron con dar, pero finalmente se escondieron. No les quedaba otra. No se engañen, los políticos son como los buitres, sólo se lanzan sobre su presa cuando ya la ven moribunda, sino muerta. Y Carrasco está vivita y colenado y lo que les rondará...

Eso sí, los hubo como el marqués de Coyanza que, al más puro estilo de lanzar la piedra y esconder la mano, dijo, insinuó, amenazó... Eso es lo que tiene Juan Martínez Majo que, con esa cara de no haber roto nunca un plato, se pasa la vida amagando y no dando. Ya lo intentó hace cuatro años y salió escaldado pese a que, entonces, sí que tenía el apoyo de arriba, de Valladolid. Pero una vez más amagó y no dio. Claro que le quiten lo bailao, porque repitió como diputado y ahora, de premio, sestea todos los martes y miércoles en las Cortes de Valladolid. Aunque en eso no es el único.

Pero que no se engañen. Ella sí cree en meigas y las ha visto, las conoce, sabe quiénes son y alguna, aunque quiera esconderse bajo el paraguas municipal, ya está retratada. Al tiempo. Un tiempo que no ha hecho olvidar lo que ocurrió un 10 de mayo de hace ya 25 años. Ese día, León comenzó a morir un poco.

Dicen que la historia debe ser recordada para que no se repita, pero la ingnominia del ahogamiento de todo el valle de Riaño bajo las aguas del pantano está ya en esa historia como la injusticia más grande jamás cometida con un tierra y unas gentes que fueron esa mañana de hace 25 años desalojados, echados, expulsados de sus casas, sus tierras, sus recuerdos como delincuentes, pese a los intentos de muchos por tratar de ocultarlo o minimizarlo.

Por eso, esta columna quiere ser hoy un in memoriam a aquellas gentes de la montaña que fueron condenadas sin un juicio a abandonar sus hogares, tirar la llave y olvidarse de los suyos a medida que el agua inundaba los escombros de las que, instantes antes, habían sido sus casas. A aquellos que tuvieron la valentía de defender lo justo hasta que los mandatarios ordenaron desalojarlos a palos. Y, sobre todo, sirva de homenaje a ese valle verde y próspero que el agua convirtió en lodo, por la cerrazón de un Partido Socialista, entonces al frente de la Diputación, la Junta y el Gobierno, que ahogó con agua las ilusiones de una tierra que sólo pedía una oportunidad. ¿El resultado? Ahí está. La montaña desierta y León... cada vez más vacío. Y todo empezó en Riaño.