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Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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La indignación contra los indignados se expresa de muy distintas maneras. Desde el modelo Rita Barberá, a la que le olían mal los acampados de hace un año en Valencia, hasta la aversión mediática de la derecha furiosa contra los que tacha de «perroflautas». Hay otra forma más sutil de indignarse contra los indignados del 15M, que celebran el cabo de año con fuerza renovada en sus movilizaciones. Me refiero al pensamiento políticamente correcto que les relaciona y les juzga solo por su capacidad de cumplir o incumplir la ley. A esa temida colisión entre seguidores del 15M y guardianes de la ley parece reducido el asunto después de los desalojos policiales en la madrugada del domingo y las detenciones calificadas de «arbitrarias» por los organizadores del movimiento.

En este contexto marcado por la crisis económica, la creciente falta de fe en la clase política y un profundo malestar social, se pretende encerrar la expresividad de los indignados entre los límites legales que van cosidos a los derechos ciudadanos de manifestación y reunión. También hay límites en la parte de quienes tienen la obligación de garantizarlos a la hora de evitar, o de reprimir, un eventual incumplimiento de la normativa. La figura del abuso de autoridad, por ejemplo, también supone un incumplimiento de la ley.

El tono generalmente pacífico de las concentraciones demuestra que los convocantes rechazan la violencia. La propia dinámica de las movilizaciones puede dar lugar a eventuales incumplimientos de la ley. Tampoco les va a quitar el sueño a quienes se echan a la calle contra un sistema legal y moral injusto. Por otra parte, es evidente que el gobernante tiene más medios para hacer cumplir la ley que el indignado para burlarla.

No son los primeros indignados que han aparecido en la historia del mundo en general y de España en particular. Gracias a otros indignados no hay esclavitud ni jornadas laborales de 16 horas en nuestro civilizado mundo. Gracias a nuestros indignados de la guerra de la independencia Napoleón mordió el polvo en España. ¿Creen ustedes que el cumplimiento de la ley fue la primera condición que se imponían aquellos indignados?

No nos rasguemos las vestiduras porque el imperativo legal no sea el primer mandamiento del 15M. Aquí y ahora, con la que está cayendo, el cumplimiento de la ley no es el sagrado límite de este movimiento básicamente instintivo. Sin articulación, sin hoja de ruta, sin líderes reconocibles, tenderá a quedarse en la mera expresión de un estado de ánimo. Que no es poco.