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León

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El meón es el rey de la selva; de la nuestra, la urbana. El Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo multará a quienes orinen en la calle. Aplaudo esta ley seca, aunque no viva en dicho municipio, pues en León capital también abundan los meones salvajes, suponiendo que no sean los mismos, que van y vienen. Una sociedad ha de ser un gran pacto de convivencia; entre otras cuestiones, acerca de la higiene, de la individual y de la colectiva. Precisamente, si los humanos somos incompatibles con los cíclopes es porque no hay servicios de su tamaño. En las madrugadas del fin de semana, muchos jóvenes llevan dentro un Bernesga, además de litro y medio de Missisipi, lo que les hace creer que tanto a las calles como a las paredes hay que regarlas para que crezcan, ignorando que una y otras hacen la fotosíntesis ellas solas. Ahora, se les impondrá sanciones de 1.500 a 3.000 euros. Visto lo visto, o mejor no verlo, propongo que un inspector se persone en casa de los infractores y les riegue a ellos el cuarto. Y además, que los susodichos queden obligados a visitar el Museo de los Aromas, que será inaugurado en estos días en la localidad burgalesa de Santa Cruz de la Salceda, a ver si así se refinan.

La nueva normativa también fijará sanciones para quienes escupan en la vía pública. Otra cochinada, sin duda, pero con la que ya se podría tener cierta consideración, dado que vivimos tiempos proclives al taco contra el sistema, y parece que escupiendo se rubrica mejor la maldición; por tanto, y hasta que se recupere la economía, bastaría con que el infractor recogiese él mismo su escupitajo; total, es suyo.

Y sí, claro, que las grandes mentiras del capitalismo hieden aún peor, pero aquí se trata únicamente de exigir el cumplimiento de normas elementales, por ética y estética. Si la incontinencia es tanta, que salgan de casa con un frasco; aunque, quizá, para tanto botellón uno por regante resulte poco.

No se les está pidiendo la luna, ni siquiera el cuarto menguante. Drácula, noctámbulo y bebedor, antes de iniciar su diario vuelo va siempre antes al excusado; no sólo no derrama una gota fuera, sino que tira después de la cadena y luego se lava las manos. Todo un caballero.