Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO

Bajo la mina

León

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No hay mayor ciego que el que no quiere ver, ni mayor necio que el que no quiere escuchar. Lo digo porque el 18 de noviembre del 2009, el hoy presidente no tuvo empacho en sugerir en sede parlamentaria que sería él y nadie más quien enterraría para siempre el sistema energético del carbón: «Mientras otros países europeos apuestan por reducir la dependencia energética y el uso del carbón, aquí hacemos lo contrario», le espetó a Zapatero, dejando embragados a los responsables de la Junta. Juego de simulaciones, todo es un gran baile de máscaras en el que los papeles se van intercambiando para distraer la atención. Mientras, León ha ido cayendo cada vez más en la sima del olvido, mecido por la indiferencia e indignidad de unos —Sebastián— y otros —Montoro, por ejemplo—.

Aquí lo de menos es el trabajo, la supervivencia de las cuencas y la estabilidad económica de una provincia cuyo futuro quedó sellado hace cuarenta años. De lo que se trata es de acabar con una fuente de energía que no resulta rentable, que hay que subvencionar y cuya producción —tanto desde el punto de vista crematístico como desde la óptica de la opinión pública— resulta cuanto menos sospechosa. A Dios rogando —pongamos que hablamos de Mantero— y con el mazo dando —los diputados por León representando a Pilatos en el Congreso, haciendo mutis por el foro—, que aquí al Ministerio de Industria, Energía y Turismo le sobran los dos primeros genitivos y le falta el sajón. Porque en lo que está José Manuel Soria es en convertirnos en el paypay del turista alemán, en siervos de la gleba del señor feudal teutón. Creíamos que todo se había acabado con la Segunda Guerra Mundial y volvemos a lo mismo, sólo que ahora las alambradas del campo de concentración son la reducción del déficit, la prima de riesgo y el bono alemán. Aún recuerdo a los optimistas antropológicos poniendo a caldo la decisión británica de apartar el cáliz del euro. La historia nos enseña que Gran Bretaña —casi siempre— gana y, sin embargo, aquí seguimos creyendo en Europa, aunque los prusianos se estén haciendo ricos —qué curioso— aprovechándose de la miseria del bono español para crecer cada vez más con el suyo. Pues eso, que el trabajo os hará libres, aunque mientras tanto tengamos que ir comprando nuestra libertad al cuarto Reich.

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