TRIBUNA
No hay dinero
La llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del Gobierno de la nación española ha supuesto una absoluta obsesión por la economía como si fuera el único problema de España, como si el dinero fuera la solución a todos los problemas. Por eso, en todas las decisiones que toma, repite la misma frase: «no hay dinero» Son muchas la personas que opinan que el mayor problema de España es político del que derivan todos los demás, incluído el económico. El funcionamiento actual de las autonomías; el Estatuto de Cataluña; la negociación mantenida y continuada con ETA; la sentencia del 11-M con más sombras que luces son cuestiones políticas que han llevado a España a la ruina y la están destruyendo como nación unitaria. La relación de Cataluña con España es semejante a la relación de Castilla con León a la muerte del rey Ramiro II allá en el siglo X. Oficialmente Castilla pertenecía al Reino de León, pero en la práctica, Castilla funcionaba con casi plena independencia. ¿Qué une hoy Cataluña a España? Casi nada, sólo el fútbol. La Constitución Española no existe en Cataluña, por eso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no acata las sentencias del Tribunal Supremo y, hasta se burla de la Constitución, multando a los comercios que rotulen sus carteles en español. Algo así no existe en ningún país democrático. En mi largo caminar por varios países europeos he visto muchos rótulos comerciales en lengua española sin problemas.
Esta obsesión por la economía hace que España vaya de mal en peor. El Gobierno hace lo posible y lo imposible por solucionar los problemas de la economía sin dar una en el clavo. Toda su obsesión es recaudar, recaudar como sea, subir impuestos, bajar las pensiones y los sueldos de los funcionarios y, si fuera necesario, obligar a los pensionistas a pagar una parte de los medicamentos. El Gobierno no quiere darse cuenta que la solución no es recaudar más, sino gastar menos, mucho menos. Es curioso, cuando gobernaba el Partido Socialista, el Partido Popular decía que la subida de impuestos disminuiría la recaudación de Hacienda. Pero claro, topamos con los despilfarros de las autonomías y con las mamandurrias en forma de vergonzantes y multimillonarias subvenciones políticas a sindicatos, partidos políticos, empresarios, ONGs y un largo etcétera y, por ahí no se pasa. Alguien debería explicar la ruina de las cajas de ahorro. Y, si alguien le dice al presidente del Gobierno que hay que replantearse el Estado de las Autonomías y la concesión de subvenciones, el presidente dice que eso no se contempla, que eso es intocable. No nos damos cuenta que de un país pobre como España, se han creado 17 países aparentemente ricos, si miramos lo mucho que despilfarran. Lo único que han hecho las autonomías es amamantar a hijos, sobrinos y amigos hasta cifras escandalosas. No quieren darse cuenta que los políticos, según las encuestas, son uno de los mayores problemas que tenemos los españoles. Veremos lo que pasa cuando el Gobierno pierda la confianza de los mercados internacionales y no reciba dinero para pagar los intereses de la deuda.
Lo que va a pasar en España lo estamos viviendo desde hace casi treinta años en León. Alguien se obsesionó con formar una Autonomía contra natura con la región leonesa y una parte de Castilla y en contra de la propia Constitución Española y de los ciudadanos leoneses, originando un problema político que ha traído muy graves consecuencias. La obsesión de Valladolid por adueñarse de la historia y de la identidad de León y de Castilla y, de paso, de todo lo que encuentra, ha originado perjuicios económicos y sociales al resto de las provincias y muy especialmente a las tres provincias leonesas. Las estadísticas son bien conocidas. A León le han robado la historia, ya no tiene identidad, ni tiene donde caerse muerto. En solo treinta años, la provincia de León ha pasado de una posición envidiable a la cola en renta percápita entre todas las provincias españolas.
Y si alguien dice que el problema de León es político por la pertenencia a la actual autonomía de Castilla y León, contesta el señor Tomás Rodríguez Bolaños, el que fuera alcalde y presidente del PSOE de Valladolid, que dijo: «Valladolid disfruta de una buena posición porque no hemos hecho tonterías y nos hemos dedicado a trabajar, lo que no han hecho los leoneses». Sólo le faltó decir que fuimos los propios leoneses los que tuvimos que pedir protección a Valladolid para administrar nuestros recursos. Que nuestras aguas de Riaño rieguen la provincia vallisoletana, porque nosotros no sabemos regar nuestras tierras. Le pedimos también que administren nuestros impuestos porque nosotros no tenemos ni idea de cómo gastar nuestros dineros, Y, si nuestros jóvenes hacen sus maletas, abandonan sus tierras y emigran a otros lugares, es porque son unos vagos y sólo quieren vivir como sea.
El 1230, según muchos historiadores, los leoneses dejamos de ser leoneses para convertirnos en castellanos. Nadie ha explicado el por qué o el cómo, lo afirman y basta. En la fantástica Historia de Castilla y León , editada por la Fundación Villalar con el patrocinio de la Junta, se explica que fue por vergüenza de los propios leoneses. Increíble pero cierto. Según la Historia editada por Villalar, León dejó de existir, integrándose en Castilla. La realidad es que León siguió siendo un Reino plenamente independiente de los demás Reinos españoles, incluída Castilla
El problema originado en León es más político que económico. El día que salgamos de la tutela de Valladolid, dejaremos de estar muertos y volveremos a ser lo que siempre hemos sido, leoneses, fundadores de este hermoso país, llamado España. Y Valladolid va a tener que cumplir de verdad las palabras que dijo su antiguo alcalde, Rodríguez Bolaños: dedicarse a trabajar y no a vivir de la mamandurria de la autonomía. Más o menos como España, cuando no reciba préstamos de los mercados internacionales porque ya no confíen en que España pueda pagar su deuda, porque ya no habrá dinero. Ya está bien, que seamos siempre los mismos los que paguemos los platos rotos de los políticos.