FRONTERIZOS
La patria de los espectros
Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Enrique Bustos y Eusebio Calonge no son de León. Son andaluces de Jerez e integrantes del autodenominado Teatro Inestable de Andalucía la Baja: La Zaranda, de nombre artístico. Probablemente más reconocidos y seguidos en Europa y Latinoamérica que en esta piel de toro hecha farraspas, hace un par de años le dieron el Premio Nacional de Teatro después de más de tres décadas de convertir los escenarios en ese lugar donde se produce la ceremonia de los milagros laicos.
Ellos conocen nuestra provincia con la superficialidad con la que se puede conocer un territorio por el que han pasado desde hace muchos años en sus giras teatrales, deteniéndose en la capital y en Ponferrada. Poco más que morcilla, botillo y pimientos. No creo por tanto que cuando hace año y medio La Zaranda estrenó en el Festival Temporada Alta de Girona Nadie lo quiere creer estuviera pensando en nuestra provincia, ni que pretendieran dibujar simbólicamente el estado de esta tierra los tres personajes de la obra, últimos habitantes de una antigua casa señorial que se va cayendo por todas partes «menos por una, la que da a la memoria».
Nadie lo quiere creer , subtitulada La patria de los espectros , es un sainete negro negrísimo cuyos protagonistas son unos Hermanos Marx pintados a medias por Solana y Valdés Leal, seres carcomidos y expoliados que se mueven entre una imaginería decadente de objetos gastados «que tienen la fuerza de un actor», personajes que buscan «la realidad oculta tras los harapos de la apariencia».
Mañana La Zaranda estará en el Bergidum y un puñado de privilegiados espectadores tendrán ocasión de enfrentarse al maravilloso espejo simbólico que el teatro puede ofrecer cuando se hace desde lo más profundo de un alma capaz de hablar con ese ángel, decía Maimónides, tan hermoso para quien lo comprende y tan absurdo para quien lo ignora.
Y esos pre-cadáveres interpretados por Gaspar, Paco y Enrique, que sueñan con morirse y mueren soñando, convertirán el escenario ponferradino en un mapa a escala de esta provincia, que recita listas de reyes pintados mientras intenta practicar el pretérito perfecto apenas reteniendo lo que tuvo. Una provincia con un enorme futuro para taxidermistas y vendedores de sintrom en medio de un territorio habitado por felices pensionistas y un pequeño retén de funcionarios para ir apagando la luz y contabilizando la factura.
Aunque ellos no lo sepan, el insuperable realismo de la apariencia de vida que La Zaranda mostrará mañana en el Bergidum, la patria sobre la que se moverán sus espectros sobre las tablas, será la crónica notarial convertida en arte escénico de los últimos días de una tierra que tuvo reyes, ya saben, antes que Castilla…