Diario de León
Publicado por
MIGUEL Á. VARELA
León

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Recuerdo escucharle el refrán a mi madre, siempre a finales de mes: «se acabó el carbón, a atizar con leña». La expresión era metafórica. En el Bierzo lo único que sobraba en casa de los obreros era carbón. Incluso el comercio al por menor de los cupos domésticos a los que los trabajadores tenían derecho aliviaban la siempre precaria economía familiar. Pero las madres de la posguerra resolvían con resolución pragmática cualquier contingencia atizando con leña cuando no había carbón, cocinando platos imaginativos sin apenas ingredientes y dándole vueltas a los cuellos de las camisas para que parecieran nuevas.

«Vuelve el coger puntos a las medias. Vuelven los periódicos troceados y convertidos en papel higiénico. Vuelve el esplendor de los garbanzos», escribía hace unos días César Gavela, poetizando esta vuelta al refranero de la pobreza, manchado por espejismos de falso glamour y estatuillas de purpurina que acabarán sujetando la puerta del baño.

Volvemos a los libros de Castaño Posse, de Gómez Núñez, de Cáceres Prat. Volvemos a las lecturas regeneracionistas de aquellos que vivieron los años tristes del cambio del siglo XIX al XX y dejaron escrito su grito de dolor y sus propuestas para detener aquella sangría social, que también vuelve. Ellos, como recomendaba Orwell, hicieron el constante esfuerzo de mirar lo que tenían delante de los ojos y ahora podemos encontrar en sus páginas una crónica detallada de nuestro presente escrita hace cien años.

Por la parte de Magaz vive un campesino anciano, sin estudios y muy sabio que cuenta a quien le quiere oír que en el Bierzo siempre se vivió bien «de cerezas a castañas» pero que la cosa se ponía bastante más dura «de castañas a cerezas». Una visión agraria del calendario tradicional de la supervivencia en los valles del Bierzo al que nos dirigimos sin aparente remedio.

«Mirais, pero no veis», les decía el cazador Dersu Uzala a los soldados rusos en la hermosa película de Kurosawa. Dersu no veía el bosque, lo miraba y había llegado a una comunión práctica con la taiga, en/de/con la que vivía.

Mi madre, los regeneracionistas decimonónicos bercianos, el campesino de Magaz y el cazador siberiano buscaron respuestas simples a preguntas complicadas atendiendo a lo que la naturaleza había puesto a nuestro alcance —que en el caso de estas tierras fronterizas no es poco— a su aprovechamiento racional y sus posibilidades como fuente de vida.

Por eso me alegro de que una pedanía perdida del Bierzo Oeste como Villarrubín, con unas pocas decenas de vecinos, haya obtenido ayudas europeas para la reforestación y el cuidado de sus montes en una apuesta de futuro que nuestros herederos agradecerán. No tendrán carbón pero, al menos, podrán atizar con leña.

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