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Publicado por
J. A. GUNDÍN
León

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Esteban de Paz ha sido un político prudente y mesurado, ajeno a las conspiraciones de partido y enemigo de la política como profesión o atajo para alcanzar otros fines. Si se ha embarcado en numerosos proyectos y aventuras, algunos de éxito y otros no tanto, ha sido por vocación, simple y llanamente. De otra forma no habría llegado a los 91 años sin abandonar la primera línea, con la cabeza bien alta y la sonrisa inalterable. Estos días, con motivo del congreso regional del PP, al igual que hace meses en el congreso nacional que se celebró en Sevilla, ha concitado la admiración general no sólo por su longevidad, sino también por su talante y su transparente concepción de la acción política. Ha visto tantas cosas y ha vivido situaciones tan dispares, que nada puede arredrarle o taparle la boca, lo cual en un partido es tan exótico como un torero en Moscú.

Hace años que cuento con su amistad y benevolencia. Tal vez por el parentesco algo lejano que une a nuestras familias. De nuestras animadas sobremesas me acompaña su mirada viva y encendida, su comentario apasionado, sus análisis sutiles y penetrantes. Y siempre su bonhomía y respeto al adversario. Pero mi admiración hacia él tiene también otras raíces y razones antiguas que me desvelaron la calidad humana y la dimensión moral de Esteban. Sucedió hace unos 70 años. Tiempos aciagos. Tiempos de villanías, pero también de héroes. La abuela Herminia, viuda y con cuatro hijos, cayó presa por auxiliar al maquis, según la denuncia de algún miserable con correaje. Todo apuntaba a una condena larga y demoledora para una familia que ya había sufrido el zarpazo del odio con el asesinato del padre. Ahí apareció la familia de los Álvarez de Paz, que antepuso la sensatez, la justicia y el valor a cualquier otra consideración, lo cual en aquellas horas suponía incurrir casi en rebeldía. Eso se llama hacer honor al apellido.

Desde entonces, en casa observamos un afecto intacto hacia aquellas familia, en la que sobresale Esteban, sin olvidar tampoco a Pepe, el admirable político del PSOE cuyo compromiso ético es también un ejemplo para todos, por encima de militancias e ideologías. Personaje así nos reconcilian con la vida y oxigenan la memoria histórica que algunos indocumentados o resentidos pretenden envenenar.

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