LA VELETA
Cómo sanear el sistema
Aunque con gran retraso, tanto las instituciones políticas como el consenso económico admiten ya sin ambages que la salida española de la crisis pasa sobre todo por la recapitalización del sistema financiero.
Después de haber alardeado de la solidez de nuestro modelo bancario, que fue ejemplo internacional por su exigencia y rigor, no nos percatamos suficientemente de que la implicación del sistema en el sector de la construcción residencial sería la causa de un gravísimo quebranto tras el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Durante el agónico final de la legislatura anterior y los primeros meses de ésta, hemos hecho hincapié —acertadamente— en la necesidad de cumplir el pacto de estabilidad y de realizar las reformas estructurales pendientes. sin ver que la gran urgencia, de la que dependen la credibilidad y la solvencia de este país y por lo tanto la prima de riesgo de nuestra deuda, consistía en la mencionada recapitalización del sistema financiero
Designio que requería, primero, una revisión del marco regulatorio, que obligase a provisionar fuertemente incluso los activos inmobiliarios sanos, y, después, la inyección de capital para cumplir los ratios internaionales y la solvencia de las instituciones
Lo sucedido en Bankia representa algo así como la caída del caballo de Rajoy, probablemente alertado por Draghi en la reunión del BCE en Barcelona. La política de paños calientes y ocultaciones que practicaba Rato había sido detectada por los mercados, que no estaban dispuestos a transigir.
El Gobierno pretende emitir deuda para insuflar recursos a la banca. Éste fue el método por el que los bancos irlandeses obtuvieron hasta 31.000 millones de euros en supuestos pagarés de su Gobierno en el 2010 antes de necesitar el rescate.
Y la deuda española será ya de casi el 80% del PIB a finales de año (sin contar la deuda de las sociedades estatales y paraestatales, más del 5% del PIB). En estas circunstancias, no debería descartarse la idea de aceptar el rescate —de los bancos, no del país— a cargo del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF).
El realismo de una decisión así nos otorgaría con seguridad una importante dosis de confianza de los prestatarios internacionales, lo que relajaría además la prima de riesgo y nos permitiría financiarnos a tasas razonables. Lo que no es sostenible sería recargar la deuda en más de un 5% adicional a los actuales tipos de interés a largo plazo que superan con creces el 6%.