TRIBUNA
¡Bendito aeropuerto!
Escuchar opiniones de algún político y tertulianos sabelotodo acerca del aeropuerto de León evoca los descaminos de los chismes diarios que, con la chacota más plausible, unos personajes de anécdota remataban el chateo rutinario en aquel barín de mi pueblo, terminándose por llamar popularmente al lugar «el mentidero».
De tal modo, en estos tiempos de ventoleras y con pilotos inerciáticos ya alternan, a la par, el fútbol y la desgracia económica y, en cualquier pista, cualquiera embarca como entrenador de fútbol y aterriza como catedrático de economía si no lo impiden las condiciones del sentido común.
En esa guisa se trabuca gasto e inversión sin importar a qué sabe la mezcla, y no es lo mismo, ni de lejos, los ochenta millones de euros «invertidos» en una infraestructura como el aeropuerto de León que el «gasto» de quince millones anuales de subvención a Ryanair por operar en el de Valladolid o la barbaridad «gastada» en Spanair por crear una compañía de bandera catalana. No, la inversión en una infraestructura perdurará si se vigila que no se desguace por los ladrones de chatarra, mientras que el gasto se esfumará en cuanto finalice el pago de la farsa o se retire el actor (cese de la subvención, quiebra del beneficiario, etc.). Y no es lo mismo, ni de cerca, coste que gasto. «Coste» es el sueldo de un controlador aéreo, que en la base aérea de la Virgen del Camino ejercen militares, y «gasto» son los mareantes intereses de la deuda que Aena debe pagar por las inversiones mil millonarias en las ampliaciones sobredimensionadas de Madrid (Barajas) y Barcelona (el Prat).
Estupidez es creer que el billete de tren es más barato para España que el de avión. Si se repercutiera en el billete la amortización de las inversiones realizadas en cada caso, acaso por cada tique del AVE volaría gratis un español por todo el mundo al menos medio siglo.
Engañabobos son los que cacarean que no puede haber tantos aeropuertos y sí AVE piando a todas partes, cuando el futuro viajará por avión y por los cielos y, por tren, de deberlo, lo harán las mercancías. Sí, la competitividad económica se consigue, reduciendo, entre otros, los costes logísticos. El AVE es como disponer de una limusina que solo debería haber comprado quien tiene enormes beneficios en su economía.
Miopía es confundir el quebranto de una compañía con el de un aeropuerto y falacia es embrollar a la gente con ello. El problema sobrevenido en el campo de vuelo de León no es la falta de viajeros porque, entre otras razones, no lo ha sido hasta el momento. El contratiempo se habrá debido a que Air Nostrum ha devenido en una empresa con problemas financieros (anda con EREs). ¿Y si acabase como Spanair en concurso de acreedores? ¿Qué ocurriría con el aeropuerto de León o el de Salamanca o el de Burgos si así fuere?
Trampantojo es fomentar la desigualdad entre leoneses y vallisoletanos aduciendo criterios tergiversados para justificar la disparidad en el manejo de los subsidios y del dinero comunitario. No es lo mismo sufragar en un sitio a Ryanair y a Air Nostrum y en el otro solo a esta última sociedad. No es parecido que todos los viajes pensionados de un colectivo como los del Imserso se canalicen a través de uno y no del otro. Y si el criterio del número de viajeros fuese correcto, ¿no interesaría más a los leoneses que se quitara el peaje de la autopista a Asturias que la construcción del tramo de autovía entre Santas Martas y Villanubla? Y si la existencia del servicio de transporte público dependiera exclusivamente del montante de pasajeros, una razón que se airea para denostar el emplazamiento leonés, ¿habría que quitar los autobuses de los pueblos? Y dirían los de Madrid, si ese fuera el argumento, que ¿por qué no abandonar aquellos? Y, atentos, que León capital está empezando el viaje de regreso a pueblo.
Al aeródromo de León le falta una filosofía o una estrategia de gestión aeroportuaria que, más que antes, en la situación actual, debe basarse en un ¡¡¡modelo de garantías socioeconomicas!!! Para ello hay que separar: la infraestructura en sí, del tráfico u operatividad en ella; las instalaciones, de su uso. Además en lo social hay que despegar con dos premisas, la igualdad de los ciudadanos españoles a las mismas oportunidades de uso de medio de transporte y la igualdad de todos los territorios al mismo acceso de desarrollo socioeconómico. ¿Por qué no ha de tener la misma facultad de viajar en avión un paisano de Balouta que alguien de Valladolid o Barcelona o Madrid? ¿Alguno cree que a una multinacional canadiense o australiana que se plantee una inversión en León le es indiferente que haya aeropuerto o que no, o que existan buenas comunicaciones y excelentes infraestructuras logísticas a que no?
En esta clase de plataformas aéreas hay que intercambiar el modelo de subvención de aerolínea (ayuda fácil) por uno de garantía de línea. Esa garantía en el caso de las infraestructuras corresponde a Aena a través de intentar la compensación beneficios/pérdidas entre todos los aeropuertos nacionales (¡Ojo con las privatizaciones!). La garantía social se debe proporcionar por las administraciones facilitando, al menos, una conexión con un hub aeropuertuario, es decir costear un enlace, bien con Madrid o/y con Barcelona. Algo parecido a los autobuses de línea de los pueblos con, mínimo, un viaje diario de ida a primera hora de la mañana y vuelta a última hora de la tarde y viceversa. Quizá ello posibilitaría seleccionar la compañía de servicio aéreo mediante subasta inversa siendo las empresas interesadas en el trayecto las que pujaran por hacerse con la concesión y tal vez la pertinencia de rebajar el gasto en subvención al transporte aéreo. Ciertamente es una obligación política colocar a los leoneses en el mundo y acercarlos a las ofertas de los madrileños o de los barceloneses. Partiendo de ese mínimo las ayudas a las compañías o a otros destinos vendrían determinadas por las disponibilidades presupuestarias. A lo mejor garantizar un precio de billete competitivo requeriría invertir el sistema actual de ayuda directa en vez de a la compañía al usuario, repercutiendo ésa de forma indirecta en la empresa. Seguramente esto requiere un cambio de gestión, una dirección mucho más compleja.
Cenizos son aquellos que se empeñan en augurar el cierre publicitando las cifras de disminución de viajeros cual sombra negra que encubre la visibilidad de diversidad de motivos —el descenso de actividad del transporte nacional quizás sea de un 60% como consecuencia de la crisis—.
Zoquetes serían aquellos que les da igual viajar en avión a Nueva York desde León que desde Valladolid o Madrid. O ¿por qué no desde París? (saldría gratis al gobierno). ¡Bendito aeropuerto que ahí está! Posiblemente solo falte gestionarlo.