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León

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Vaya lo que tarda el cuerpo de gestión del Ayuntamiento de León en desembarazarse de la herencia que dejó el príncipe de los Nanetes, ya hace más de un año, cuando los azuletes del Paseo del Parque pulían León con recetas a libreta diaria. Se fue el hombre que hizo de la multa el souvenir más comentado entre los recuerdos que se llevaban turistas y visitantes de la ciudad, pero permanece el espíritu que cada mañana se manifiesta en la zona centro, donde se mantienen las dos velocidades a la hora de acceder y permitir el acceso a los colegios: alumnos de colegios público, alumnos de colegio privado; padres de alumnos de colegios públicos, padres de alumnos de colegios privados; coches que llevan a escolares a centros públicos, coches que llevan niños a colegios privados.

La ley de 10 se mantiene en vigor, en pie, de forma casi inexplicable en plena fase de desarrollo del imperio Gutiérrez, que en menos de un año ha sacado del mapa cualquier renglón firmado por el dúo socioleonesista que gobernó la ciudad hasta la primavera del 2011; todas, salvo la vara de medir la caña al mono que se reparte entre la entrada a las aulas y la merienda, con especial incidencia a la hora del mediodía. La guardia urbana se tira a morder en los tobillos en los entornos de los colegios públicos de la ciudad, con especial incidencia en el cordón ese que se ha dado en llamar casco antiguo —no se sabe si con la intención de enfatizar lo de casco— mientras en los tablones de anuncios de esos mismos centros se exponen acuerdos y palabras dulces y condescendientes dela concejalía que dejó vacante el ahora dimisionario del ya desarticulado comando crítico de los socialistas leoneses. Estamos otra vez ante la paradoja que atrapa al político que por sistema hace lo contrario de lo que dice que va a hacer. Y ante un nuevo empujón hacia el abismo de la educación pública, atacada a diario con alfombras de clavos que han de pisar aquellos que por devoción o por obligación no pueden elegir la alternativa.

No le faltaba más al endeble sistema, agraviado de forma notable en el camino hacia la excelencia, atacado por ratios desmesuradas de alumnado extranjero, acordonado por los decretos de la tijera que va a descontar de donde ya no había, atrapado por un futuro con aulas saturadas y mensajes confusos; el sólo sé que no sé nada acabará en sólo sé que ya tu sabes.