RÍO ARRIBA
Quién nos paga
Como una enfermedad incurable y obsesiva todos acabamos hablando de los estragos de esta maldita crisis, llamada a vapulearnos como una guerra larvada y temible, pero hace unos días, mientras conversaba con el profesor y escritor Tomás Sánchez Santiago (autor de la memorable Calle Feria , para mí el Cien años de soledad de la literatura española), le oí decir algo que quizá ilumine uno de sus ángulos más siniestros y resbaladizos: «Lo cierto —me decía—, es que ya ni siquiera sabe uno quién le paga».
Sí, el tinglado que hemos montado, o han montado, es sencillamente aterrador. Endeudados hasta las cejas, hemos descubierto súbitamente que, no solo las nóminas o las prestaciones, sino hasta las cosas más insignificantes, como las tizas o las vendas, nos las estaban pagando otros. ¿Quiénes? Fondos de inversiones, Angela Merkel (léase el Deutsche Bank), el gobierno chino, los que aparecen cada año en el ranking de la revista Forbes, millonarios rusos o árabes, puede que hasta capos de la droga que necesitan blanquear sus pingües negocios invirtiendo en deuda soberana.
Vivimos de prestado, precisamente ahora que parece que se van a cepillar hasta los Montes de Piedad (en el último chiste negro que corre por Internet, un pesimista le dice a otro: «Dios mío, nos van a quitar hasta lo bailado»), y cualquier día, mientras caminamos por la calle, vamos a ver a unos tipos con el logo de la troika mandando bajarse a unos niños del transporte escolar y llevándose el autobús para venderlo en un desguace. Tipos con trajes oscuros cogiendo por los tobillos a los españoles y agitándolos boca abajo para recoger la calderilla.
El dos veces premio Pulitzer Steve Coll desvelaba recientemente que la petrolera ExxonMobil es prácticamente un Estado dentro del propio Estado americano, cuyas ganancias anuales superan el PIB de los propios países donde opera. El mundo en manos de un puñado de compañías: siempre nos podremos consolar pensando que no somos los únicos vampirizados.
La cuestión que nos abruma, sin embargo, es saber qué queda de la democracia, para qué sirven los gobiernos, en qué puñetero lío nos han metido las élites financieras y los especuladores que se ríen como hienas al otro lado de la pantalla.