EL BAILE DEL AHORCADO
Reincidentes
Más que representar una bufonada lamentable, lo que podría haber hecho Ibán García del Blanco es examen de conciencia y contrición de los pecados, que aquí todos somos muy valientes cuando ya no tenemos nada que perder y, sobre todo, nada que ganar. Aunque bien mirado, y siguiendo con esta performance absurda, el ex concejal, ex diputado y ahora senador —mira, como el banderillero de Juan Belmonte, degenerando— puede donar parte de sus emolumentos como representante de la Cámara Alta a las familias de los mineros que están a punto de perder su medio de vida, así por seguir con la astracanada. En fin, esto no es más que lo que ya sabíamos, que la indignidad y el fariseismo no son actitudes exóticas en esta provincia.
Como tampoco lo son las agresiones a trabajadores de la sanidad. Y lo peor es que a partir de ahora, crisis mediante, la cosa irá a más. La violencia contra los médicos es un síntoma de una sociedad cada vez más vulgar y violenta, en la que no se respeta ni siquiera a quien se esfuerza por salvar o mejorar nuestras condiciones de vida. Aquí cualquiera sabe más de medicina que un médico, puede hablar más y mejor acerca del riesgo país que un economista e intuye con mayor claridad que un semiólogo el significado oculto del lenguaje. Cualquiera... por eso son legión los que discuten que este o aquel tratamiento no le viene bien o que debe ser atendido por un especialista en particular, por no hablar de quienes se autoprescriben pruebas y se creen con derecho a firmar sus propias bajas. Lo peor de esta conducta es que crece: un 37% nada menos en doce meses, lo que demuestra que quien insulta, amenaza o agrede físicamente a un médico cree que se irá de rositas.
Ahora, cuando estamos a las puertas de lo más crudo de la crisis, con recortes en sanidad que sin duda afectarán a los pacientes —todos, no lo olvidemos— habría que articular medidas que protejan a los facultativos de la ira descontrolada de cuantos consideran a los médicos su sparring particular. La base está puesta. Las medidas desarrolladas por la Consejería de Sanidad van en la buena dirección, pero no bastan. No estaría de más que los médicos supieran a quién se enfrentan, que tuvieran una lista de violentos y que pudieran saber si la persona a la que están ayudando es un reincidente. Eso o empezar a poner protección.