La opinión del lector
Stefan Cutura, una infancia quebrada
Querido Stefan, tu marcha inesperada y brutal es un desaire imperdonable de la vida, tan insensible tantas veces tantas al dolor, al desgarro de quienes han depositado montones de amor y esperanza en nuestro siempre inseguro caminar. Lo digo con rabia, aunque conozco que uno entra la vida con la ley de salir de ella, como bien dejó escrito Bossuet, pero en tu caso casi, casi no la has estrenado. Por eso pongo aquí mi decepción y mi protesta.
Pequeño Stefan, me cuentan que amabas el balón, ya de fútbol, balonmano o baloncesto y que se te daba muy bien. Me cuentan que ibas a ver todos los partidos del Ademar para gozar con las brillantes jugadas de tu padre, Dalibor Cutura, y también, también me indican que al final de cada partido correteabas pelota en mano por el parqué con una camiseta ademarista grabada con el número 25, cuando no con la de la selección serbia grabada igualmente con el número de la de tu padre. Eso me comentan, pequeño, y créeme, me siento culpable porque en todo este tiempo no has entrado en mi atención, por eso he llegado tarde a nombrarte entre Dios y los hombres. Y, de verdad, créeme, siento que tu nombre y tu imagen me lleguen envueltos en luto. Aunque no sé bien cómo decírtelo. Desconozco qué palabras utilizar. En su ilimitada abundancia me resultan pobres. Pero la familia ademarista también estamos tocados profundamente por la pena.
Hoy, León, próxima a morir la primavera, el lecho de El Bernesga se ha oscurecido. La alegría ya no sigue siendo el telar de lo mágico en el parque Pablo Iglesias de Eras de Renueva. En la clase de tercero de primaria de los Maristas Champagnat un pupitre se halla vacío. En alguna parte un árbol triste se desploma. Resulta muy difícil sostener la ilusión. Sin embargo, existe un tren invisible que atraviesa la noche. En ese tren viaja un niño con un balón entre las manos. Una estrella hace guiños.
¡Hasta siempre, querido Stefan. Besos y una rosa blanca! León en primavera.