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León

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Aveces me pregunto qué ocurriría si apareciera alguien como Pim Fortuyn ¿recuerdan? ese líder holandés asesinado por la barbarie islamista. Sería interesante ver cómo los partidos que mueven nuestros hilos se descomponían, habría que ver qué métodos utilizaban para frenar con demagogia las razones de un líder real. Hace veinte años conocí a Adam Michnik, periodista, escritor, valiente, un héroe forjado tras el Telón de Acero. Nos dijo que lo peor que le puede pasar a un pueblo es que necesite héroes. «¿Qué podemos hacer con ellos cuando su papel ha terminado?», se preguntaba. Si pudiera verle de nuevo le preguntaría qué utilidad tienen estos profesionales de la nada, 450.000 dicen que hay, cuyos privilegios continúan merced a la miseria del resto y que, por supuesto, no pueden presentar ningún acto de heroicidad más allá de la mezquindad del medre.

Estamos en una encrucijada real. No es que la sociedad esté desafectada, es que hemos llegado a un momento de agotamiento que augura un horizonte inquietante. La náusea es tal que preferimos la eutanasia del rescate a la agonía de los paliativos que nos ofrece Rajoy. Las plantas de los hospitales se cierran —dos en el de León—, los enfermos se hacinan, se aumentará —dicen— el periodo de revisión oncológica, matarile a los colegios, y volverán a subirnos el IVA. Mientras, los salarios de los funcionarios siguen cuesta abajo, igual que los del resto, devaluándose. Aún así, estamos en la placidez del ojo del huracán y no es Oz lo que nos espera. Pero ellos siguen con sus dietas y sus seis mil euros al mes —o más— por apretar un botón o no, que eso sí que es instinto, que más que madrileño, hay alguno que parece vasco, y vota lo que les da la gana, con chulería, «por convicción, por ideales y porque es mi obligación», aunque luego se equivoque, pues oye Pachi, «que si hay una cosa escondida pues no se puede votar».

De los que prefieren arrastrarse, mejor no hablar, ese afán se lo dejo a los mineros, que están acostumbrados a pisar lombrices. Aunque sé que para entenderle es necesaria una formación superior a la que alguno no puede acudir, citaré a Sartre, que creía que los cobardes siempre se esconden bajo las normas, o la disciplina de partido, o lo que sea que haya que tragar para continuar en el machito, que la dignidad no se consigue con un cargo, o un carguito, y terminen ustedes la rima.