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León

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León vive ya los estertores de las fiestas de San Juan y San Pedro. Unas fiestas, que como no podían ser de otra manera, dan lugar a un sinfín de actividades en la calles en las que participan numerosas personas.

Pero siempre que llega la fiesta, y sobre todo en época estival, aparecen como algo innato a ella los botellones, donde centenares, cuando no miles, de jóvenes se reúnen para dar rienda suelta a una diversión que se traslada de los lugares de copas a la calle.

La diversión está bien. La fiesta, también. Pero los jóvenes deberían saber que no todo vale cuando se trata de divertirse, sobre todo cuando este todo vale supone molestar al resto de los ciudadanos, que no tiene por qué sufrir sus desenfrenados deseos de diversión, como tampoco tiene que verse perjudicado el mobiliario urbano. Y eso es lo que está sucediendo. El Ayuntamiento de León lleva gastados ya más de 4.000 euros en limpiar la basura que generan esos botellones, y para hoy y mañana se esperan más. 10.000 metros cúbicos de basura, que llenaron tres camiones, son las consecuencias del botellón de la madrugada del jueves al viernes.

Es aquí donde la fiesta pierde toda razón de ser y, con ella, aquellos que se creen en el derecho de poder hacer lo que les venga en gana, apelando a una libertad que no es tal. La fiesta no sólo es buena, si no que resulta necesaria, pero debe estar regida por el control, un control que deben ejercer aquellos que desean divertirse.