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León

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No somos sur, a pesar de lo pesados que se han puesto en esa marca cervecera que nos invita a empinar el codo como si corriera a cuenta de los goles de España a la misma hora que las eléctricas nos la meten a rosca chapa con la subida de la tarifa de la luz. Si fuéramos sur, hasta el gobierno sería amable con nosotros, como la Junta con el sur de León y no con el norte de Castilla, como Soria con el turismo y no con los valles mineros. Pese al anuncio de los cerveceros sevillanos, no somos sur; de serlo, llegarían hordas de ingleses y alemanes con las mejillas coloradas y el torso depilado a ponerse como piojos entre la arena y las hamacas y los chiringuitos cutres que simulan ser Caribe, en ese cordón de hoteles de cuatro estrellas que según el ex ministro de la minería y ministro de Turismo, como Fraga cuando lo de Palomares (qué cosas), es la esencia del tejido industrial. Somos norte, frente norte, que aborda el futuro con tesón y tenacidad, ajenos a esa otra cultura del rollito fácil y bronceado de bote que carga el ministro a las cuentas de Industria y Energía.

Al norte vienen los políticos a pedir votos, cuando la clase de los bramanes se pone sedosa mientras cuenta fábulas sobre polos de riqueza que no aguantan la prueba de la hemeroteca. Al norte mandó Zapatero a Caldera con el cuento del Plan del Noroeste, que hoy por hoy encabeza el ránking de trolas electorales de Finisterre al Bósforo; no hace falta contar que la vía de la Plata espera el retorno de la máquina del ferrocarril. O que la A-60 todavía se hace pis en los pañales. Al norte vino el PP en la última campaña electoral a proclamar que todos los que nacieran en España serían iguales para el gobierno de Rajoy y que el carbón iba a ser esencial en el mix energético; y la minería, estratégica frente a la dependencia de materia prima exterior. Y tal y tal … Abiertas las urnas se igualan los políticos. Y el resultado para los del norte va a ser el mismo. Con el sol de julio, los mineros de León se reparten entre la sombra de un encierro bajo tierra y la canícula que abrasa por las autovía de la pudiente Valladolid; mientras, Soria merodea entre los aeropuertos del sur y cuenta como un usurero cabezas de alemanes e ingleses que llegan los viernes a cocerse hasta el domingo mientras corren en pelotas por la playa detrás de las chicas. Eso sí que es un modelo de desarrollo. Y no la minería.