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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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La imaginación en manos de creadores articula prodigios, pero no hay que confundirla con la realidad. Pienso en esto porque no cesan de silbar como balas a mi alrededor los rumores de una «posible» dicen unos, otros «probable», otros «inminente» intervención estatal de al menos un ayuntamiento del alfoz de León. Y me pregunto si tal afirmación responderá a la ficción, o a la realidad.

Se masca en el ambiente el nerviosismo ante el anunciado hecho de que van a despedir a ni se sabe cuantos empleados municipales de tal ayuntamiento adyacente —qué coño significará adyacente, se preguntarán en el departamento de cultura— lo cual, de momento, como aún no ha sucedido, es para la mayoría ficción gótica terrorífica que, antes de convertirse en realidad, empieza metiendo miedo.

Cada vez parece más evidente que la crisis económica es un problema de ficción; un aviso radical y severo de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, que vivíamos en una ilusión narrativa, y hemos de regresar dolorosamente a la realidad.

De hecho el trabajo funcionarial, hay que reconocerlo, siempre ha tenido una carga de ficción. Yo mismo trabajo, en la ficción, en una biblioteca —que nada tiene que ver con la Biblioteca de Babel del cuento de Borges— por traslado forzoso o imperativo legal, y eso me ha ayudado mucho en mi condición de novelista pues me he dado cuenta de que la ficción está por todas partes. Lo dijo Kafka: el trabajo funcionarial tiene mucho de ficción.

Asisto pues con ojos de novelista a la ficción de que, en una biblioteca con carga de trabajo como mucho para uno, curremos tres personas. Pero ahí no acaban mis fascinaciones: de mañana acuden pocos lectores y estamos los tres tratando de inventarnos algo que hacer, pura ficción, y por las tardes, que es cuando sí viene gente, sólo trabaja uno. ¡Gora San Fermín! ¿No les parece una metáfora de este país? (sin embargo para mi jefe resulta fácil mantener tal ficción ante los sucesivos mandamases políticos, claro, porque nunca vienen por la biblioteca: les ha convencido a distancia de que es mejor que estemos todos cuando casi no hay nadie, y uno cuando la gente sí viene). ¿Seguro que sólo los novelistas vendemos ficción?

Ah, la administración ahora, tras tanta ficción, tras tanto presupuestar dineros que no se tenían, tras tanto endeudarse como si luego no hubiera que saldar deudas, está en crisis. ¡Pero en crisis de realismo y de sentido común!... He querido al respecto escribir esta fábula, esta metáfora que versa sobre mi yo de ficción, para apelar al sentido común del respetable ya que es lo que nos permite mantener a la realidad en su sitio y a la ficción en el suyo… Y ruego a mi bibliotecario jefe, a mi concejala, a mi alcalde de la vida real que no se den por aludidos, por supuesto. Es ficción.