EN EL FILO
Ciertas dudas sobre España
La trayectoria del gobierno de Mariano Rajoy, asediado por los mercados y a merced de la inclemente coyuntura, obligado a improvisar respuestas a los requerimientos cambiantes y a resolver entuertos como el de las cajas de ahorros, está desmantelando el tópico de que la derecha gestiona la economía mejor que la izquierda. Para bien o para mal, se impone la sensación, enunciada por ejemplo por la señora Merkel, de que aquí estamos padeciendo un desastre que viene de muy atrás, de la última década como mínimo, ya que nadie a derecha o a izquierda tuvo en el pasado el tino de contener la burbuja inmobiliaria, de modernizar la vetusta institución de las cajas, de promover un cambio profundo en nuestro modelo de desarrollo, etcétera. En cualquier caso, el escepticismo que hoy se palpa proviene de una decepción: la imagen económica del Gobierno no convence ni a propios ni a extraños. Las medidas inicialmente adoptadas —subida del IRPF, reimplantación de la desgravación por compra de vivienda—, el retraso inexplicable en la presentación de los presupuestos, la gestión del caso Bankia, etcétera, han suscitado dudas sobre si estamos en buenas manos y en el camino adecuado
José Antonio Zarzalejos contribuía a la difusión de un documento que constituye toda una enmienda a la totalidad de la política practicada por De Guindos y Montoro. En el documento, además de criticarse la estructura de los últimos presupuestos, se dice que «es difícil evitar la sensación de que se improvisa o de que se está a merced de múltiples presiones y así es imposible recuperar la tan necesaria confianza». Y más adelante: «El crecimiento requiere inversiones y éstas reclaman un marco institucional predecible y no sujeto continuamente a revisión. De otro modo, no cabe esperar el retorno de la confianza. Los vaivenes de la regulación financiera son un claro ejemplo de cómo no debiera procederse. Con dos reformas en apenas cuatro meses, y varias más en los últimos años, da la impresión de que es imposible poner punto final al proceso y devolver la confianza en el sistema». Al margen de esta crítica de fondo, otros sectores insisten en que este Gobierno precisa un portavoz económico único, con suficiente peso político aquí y prestigio en Europa, ya que la bicefalia actual, que crea ambigüedad, no ha dado resultado. Y con independencia de la coyuntura económica estricta, hay otros movimientos a estribor del PP disconformes con las soluciones que el Gobierno está brindando y que reclaman reformas de profundo calado que redimensionen el Estado de las autonomías para adaptarlo al realismo impuesto por la crisis. Lo que daría idea de que emerge un populismo conservador dispuesto a pescar a río revuelto. En definitiva, el Ejecutivo debería reaccionar y responder a estos requerimientos, que ponen de manifiesto una insatisfacción legítima ya que no se ven avances, ni certezas, ni objetivos claros, ni un horizonte que ofrecer a los atribulados españoles.