Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Probablemente un grupo de hombres oscuros, los verdaderos hombres de negro, decidieron hace unos años la desaparición de la minería en España. Luego dieron las instrucciones pertinentes a sus obedientes esbirros de Bruselas y de otros lugares. Ahora bien, para aquellos hombres la minería española es un punto muy irrelevante dentro de su inmenso catálogo de reclamaciones, de órdenes, de nuevo mundo. El nuevo mundo del retroceso social y de la aniquilación de derechos que tanto costó lograr. Porque todo va en el mismo lote, aunque parezca que no. En el mismo lote el cierre de las minas que las leyes socialdemócratas de las naciones más débiles de Europa: Grecia, Portugal, España, Italia. Por ahí han empezado su regreso al siglo XIX. Un siglo XIX tecnológico y masivo, populista e infantilizado.

Los que mandan de verdad no quieren el modo europeo de vida; un modo que ya está cercado. Y aprietan duro el acelerador para terminar con todo un sistema de derechos cada vez más aislado en el planeta. Porque cada vez representan menos los habitantes de la tierra que tienen esos derechos que las democracias europeas fueron poniendo en marcha en el siglo XX, sobre todo después de la segunda guerra mundial.

Europa floreció de justicia y aún florece en Escandinavia, en Alemania o en el Benelux. En Francia. Pero el gran capital ha tocado a rebato: hay que liquidar ayudas, solidaridad, sosiego. Hay que ir al modelo descarnado del capitalismo de siempre. A que cada uno se busque la vida. Y el que no pueda «que se joda», como dicen que dijo la diputada nacional, e hija del imputado universal Carlos Fabra, todavía presidente del PP de Castellón, pese a tener una montaña de pleitos penales pendientes. Así funciona el código ético del PP.

Está muy bien trazada la ruta que van a cumplir día a día las autoridades españolas a las órdenes de las estrictas gobernantas de Berlín. Las que aplican la pobreza cruda a los países que antes regaron con dineros y alegrías. Ahora sabemos que el dinero barato era cara A de la ruina en la que ya nos debatimos sin esperanza. Estamos empezando a conocer el sabor de la derrota. Nuestros mineros, bravos y duros, son pocos ya; no los consideran enemigos. No son nada sus protestas para las bestias sonrientes que siguen su trabajo: destruir los derechos, atornillarnos cada día un poco más. Los mineros son una risa para quienes nos han preparado un horizonte de esclavitud y corrupción. Se trata de arrasar un modelo humanista. Se trata de destruirnos. Y cuentan con ayudas internas muy oportunas: cuentan con una ciudadanía semianalfabeta, enlodada en la basura televisiva y en tantas otras miserias sociológicas. Arrasaron la cultura, ahora es más fácil llevarnos a la muerte civil.

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