Diario de León
León

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Encontrar más de cinco personas juntas por la calle siempre ha sido visto con la desconfianza de una conspiración en esta ciudad, donde se montaba una manifestación a poco que hubiera cola en el semáforo de Independencia un lunes a mediodía. Una extravagancia que era reprendida con miradas de ceño fruncido al ver bajar por la Calle Ancha a los chavales con las camisetas por fuera y los calzoncillos también, como si fueran a tomar las armas cuando no tenían más intención que fumarse unos porros a la sombra de la muralla del Cid. Un fenómeno que se paladeaba en las barras de los bares con la delectación que siente el leonés por montar una teoría sobre la ruina del vecino aunque sólo le hayan preguntado la hora.

Esa extrañeza ha desaparecido. Hemos pasado de manifestarnos 20.000 personas para pedir «León solo» a tener que tomar la calle para no quedarnos solos en León. Una costumbre que se ha convertido en rutina en los últimos meses. Semanas en las que se amontonan hasta dos movilizaciones diarias que obligan a regular el tráfico de peatones en Gran Vía de San Marcos para no cruzarse en la plaza de Santo Domingo. Pancartas que piden vez a la puerta de la Subdelegación del Gobierno y hacen estaciones ante el Ayuntamiento, la sede de la Junta y la Diputación, como si fueran los altares de la procesión del Corpus, pero para bajar los santos en vez de subirlos. Las administraciones que se pegan por hacer el mayor recorte con la única intención de meter en el vicio de las manifestaciones a la gente y luego regular mediante un impuesto la ocupación de vía pública para protestas.

La dinámica ha acostumbrado a los ciudadanos al ruido de los petardos y el estruendo de las bocinas, sin preguntar siquiera qué derechos se reclaman o qué empresa acaba de entrar en ERE. «Son los mineros», le informaba hace dos semanas un paisano a otro al paso de la bandera arcoiris de la marcha del orgullo gay en Botines.

Quizá, con el entrenamiento y el estimulo de las medidas políticas, al final se pueda utilizar como reclamo para atraer ingresos «León, ciudad de manifestaciones». Un sello para paquetes turísticos en el que se incluya el tablero de la ouija y las instrucciones para poner el dedo encima, concentrarse y gritar con convencimiento: Manifiéstate, León.

Si queda alguien con empleo, que no sea político, fijo que contesta.

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