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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARa
León

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El buque estaba en el dique seco, pero es la tripulación la que tiene que encargarse de desbaratarlo. Pobre barquilla nuestra, «sin velas desveladas». El pánico a los mercados, que son los verdaderos arrecifes, hace que nadie se atreva a navegar entre las medusas bancarias. La brújula está en Bruselas y los capitanes esperan órdenes. Son unos mandados, pero lo que más temen es que los marineros decidan tirarlos por la borda.

Estamos en el principio de la rebelión a bordo y al borde de un ataque de nervios. Seis comunidades autónomas discuten los planes del Gobierno, fúnebremente detallados por Rajoy. ¿Qué esperaba el señor que estaba ávido por ocupar la presidencia? ¿Que les acometieran un júbilo indescriptible a todos los que le han rebajado el suelo y le ha aumentado el trabajo? La gente es tan caprichosa que se queja cuando ya no puede más.

A mediado de julio, cuando la canícula ardiente hace crecer la cólera, según Cervantes, están cabreando incluso a los españoles sentados en la orilla. Los funcionarios y los parados son los sectores elegidos, pero no va a librarse ningún otro porque hay que ahorrar 65.000 millones de euros en muy poco tiempo, menos del que tarda el ministro de Hacienda, don Cristóbal Montoro, en hacer una de sus deprimentes declaraciones.

¿Qué va a decirnos este buen señor, mientras el PP rechaza la comisión de Bankia y la comparecencia de seis ministros? No encuentra palabras que mejoren el silencio, ni que mejoren la situación, que no es otra que el miedo de las clases medias a la proletarización, que es el origen de todos los fascismos, llámense como quiera que se llamen.

Estamos en vísperas de algo que no sabemos con certeza qué será, pero el eco se está anticipando al estrépito. Algunos, al parecer, necesitan un muerto. Por fortuna aún no se ha producido ya que ninguna bala de goma ni ninguna pedrada ha acertado con su objetivo. Quizá porque el objetivo es el déficit. O porque les falla la puntería.