editorial
Cordón alivia el dolor social por el terrorismo
Cuando a media mañana de ayer Pilar Muro recibió la llamada del ministro para darle la noticia de que la casa donde estuvo retenido su esposo fue localizada en Lyon (Francia) y que habían sido detenidos los tres miembros del Grapo que lo secuestraron el 27 de junio de 1995 en Zaragoza sólo tuvo palabras de emoción y de agradecimiento para la Guardia Civil.
El secuestro de Publio Cordón y la tortuosa incertidumbre sobre su paradero, el de Ortega Lara y la muerte de Miguel Ángel Blanco son, al margen de otros atentados con múltiples víctimas, tres episodios terroristas grabados a fuego en la memoria de los españoles. Los leoneses sumamos a ellos, con especial pena por la proximidad, el del comandante Cortizo.
Es difícil entender qué pasa por la cabeza de quien es capaz de causar tanto dolor y cómo puede justificar ante sí mismo, ante su conciencia, sus propias acciones. Las de José Antonio Ramón Tejelo, uno de los muchos terroristas que el Grapo reclutó en esta provincia. Licenciado en Filosofía y Letras, fue detenido por primera vez en 1977. Y en el 2005 la última, en París.
No caben justificaciones políticas en el argumentario del final de su carrera terrorista. Su detención y la de sus compañeros 17 años después es un alivio para la familia de la víctima y para la sociedad española, que cerrará este negro capítulo de su historia cuando aparezca el cadáver del empresario aragonés y se haga justicia con quien, habiendo causado tanto dolor, respondía paradójicamente al apodo de Ángel .