Diario de León
Publicado por
manuel alcántara
León

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Lo que se veía venir ha llegado, pero vamos a tardar mucho en perderlo de vista. Los mercados están batiendo la plusmarca de desconfianza y alcanzan su máximo histórico, aunque confían en superarlo. Es nuestro día D, con «de» de desastres. La Comunidad Valenciana ya ha advertido su intención de pedir el rescate financiero al Gobierno central, que no está para rescatar a nadie y se conforma con transportarse él. Solo o con ayuda de otros. A nuestro rescate le puede pasar como a las más obesas cantantes de ópera: que haya que levantarlas en dos o tres veces.

La deuda es insostenible y hemos entrado en una recesión duradera y ampliable. Cuando el tambor está roto no sirve de nada ponerle parches.

Hay indicios racionales para sospechar que si el presidente del Gobierno piensa que apretando las tuercas de la austeridad se va a arreglar algo, es porque le falta algún tornillo. La rebelión de la calle es algo más que una algarada pasajera. Revela un estado de desánimo. A estas alturas sabemos que no es viable mantener ni un Senado, ni los sueldos de los senadores, ni las autonomías, en su estructura actual, ni los diecisiete parlamentos autonómicos. Como dice el siempre lúcido Gabriel Albiac, el problema de España, que es crónico, se llama corrupción institucional.

Yo, que no soy tan lúcido, lo he denunciado de modo más burdo: nuestros conflictos se derivan de que tenemos la mayor cantidad de golfos por metro cuadrado que admite el territorio nacional.

El día del desastre va a durar hasta el 2013 si Dios no lo remedia y ya sabemos que Dios no se mete en esas cosas. Está a lo suyo, que no sabemos lo que es. Algunos, quizá los mejores, se librarán de las penurias que nos esperan. Pasa con la crisis lo mismo que con las guerras: hay muchos que van a ellas, o los llevan, pero que no vuelven. No hay que deducir de ese hecho estadístico que se hayan quedado allí porque les gustaran las guerras ni las crisis. Es porque no podían regresar.

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